jueves, 24 de abril de 2014

CONCIERTO

Damián, Andrés y Román. Tres amigos miserables que nunca habían ido a un concierto masivo en su vida. Les gustaba el rock nacional (algo del internacional también) y siempre su sueño de asistir a un festival se había visto derrumbado gracias a la falta de dinero o a los exámenes que se les atravesaban en las fechas.

El Vive Latino era la meta fijada en sus mentes. Ahora que habían egresado de la carrera, la oportunidad era perfecta. Damián trabajaba en el centro telefónico de atención a clientes de un banco en el Distrito Federal; Andrés era caricaturista freelance en la misma ciudad y Román trabajaba como editor en una radiodifusora paraestatal de Oaxaca. El fin de semana estaba compuesto de días de descanso para los tres.

En el cartel de El Vive (que todavía era de 3 días) podían leerse nombres de bandas como  Lost Acapulco, Café Tacvba, Instituto Mexicano del Sonido y Foster The People para el sábado. El domingo estaban agendados Molotov, Kinky, La Lupita y AustinTV, entre otros.

Después de 3 llamadas telefónicas y 22 conversaciones de Facebook, llegaron al consenso de comprar los boletos para el sábado. Damián y Andrés eran primos que vivían en la misma casa con sus tíos, nunca habían visto tocar al Tacvba, habían oído que las presentaciones de la banda eran muy buenas por lo que no querían dejar pasar la oportunidad. Román ya los había visto en el Auditorio Guelaguetza pero un Vive le parecía una obligación en la vida.

- Ya tengo el varo para el boleto, wey ¿Y ahora cómo te lo mando?- Román nunca había girado dinero.

- Mándalo por el banco ése de Salinas Pliego. Yo acá lo cobro y me voy derechito a la fila del Foro Sol con Andrés- Damián parecía ser un erudito en envíos y cobros de lana.- Pero mándalo rápido porque los boletos volarán en cuanto se abra la taquilla.

Román corrió al cajero más cercano. Retiró del cajero $ 600.00 y a continuación corrió más rápido que Usain Bolt (sí, claro) hacia la sucursal del banco ése. Había una larga fila de señores y señoras que, al parecer, estaban cobrando las remesas que sus hijos enviaban desde el gabacho.

19 minutos después, Román estaba frente a ventanilla haciendo su envío. Le cobraron 15% de comisión, así que Damián recibiría sólo $ 510.00 ¡Pinche banco! Bueno, pero era el medio más rápido y más cercano a ambos para poder adquirir el boleto. Además, con esa feria alcanzaba y sobraba.

Esa misma noche la compra estaba confirmada. 3 boletos para el sábado. Damián hasta publicó una foto en Facebook en la que se podían ver 3 pases verdes correspondientes al evento y una máscara de luchador para alocarse cuando sonara Frenesick de Lost Acapulco. Román compró su boleto de autobús con una semana de anticipación. Sin duda sería la vivencia del año.

- Bueno, nos vemos el lunes.- Román se despidió de sus compañeros de trabajo con un sonrisa muy marcada en su rostro. - ¡Me voy al Vive!

El autobús salía a las 3 pm y tardaría 6 horas en llegar al DF. Así sucedió, el recorrido no tuvo mayor contratiempo. Damián había quedado en llegar a la Tapo por Román para ir a cenar y luego descansar en su casa. El plan era salir a las 10:30 de la mañana del sábado del metro Observatorio rumbo a Ciudad Deportiva.

La mañana del sábado, los tres muchachos se levantaron temprano. Nunca lo habían hecho con tanta precisión, en ningún examen ni cita a ciegas habían estado listos tan puntualmente.

- ¿Quieres ir al Vive Latino?- preguntó Damián a una de sus primas mientras recorría el pasillo de su casa, junto a Andrés y Román, rumbo a la puerta para ir a dicho festival.

-¡Sí!- contestó ella con notable emoción. Los ojos le brillaron un instante.

-¡Pues compra tu boleto, mensa!- Damián era conocido por su particular y cruel sentido del humor.

Salieron corriendo de esa casa para ver materializado su sueño. No pasaba de las 11:40 horas cuando se hallaban ya en la fila para ingresar al Foro. Podía verse una multitud de jóvenes con playeras en las que podía leerse “La vida es un gran baile”. Damián mientras más playeras así veía, más se emocionaba. Conforme iban avanzando podían verse todo tipo de souvenirs: tazas, camisetas, pósters, llaveros, libretas. Y eso que todavía no llegaban ni al primer filtro de los asistentes.

- ¡Fórmense, por favor!- gritaba un chavo de staff con chaleco fluorescente mientras indicaba con las manos a los asistentes en qué puerta debían de formarse, tratando de equilibrar las filas.

A Damián y Román les tocó en la misma puerta de acceso. El primero de ellos, que iba delante en la fila, presentó su boleto a una chica encargada de verificar sólo con tacto la autenticidad del pase. Ella pasó su uña por el anverso del mismo, hizo un gesto que aterró por un momento a Damián.

La chica volvió a hacerlo. Román veía cómo Andrés en su fila estaba ya del otro lado, rumbo al segundo filtro. Un hombre alto y robusto con pinta de personal de seguridad y radio de onda corta colgado en el cinturón se acercó a los jóvenes que no lograban pasar por la puerta, preguntó a la chica la situación. Andrés regresó a ver de cerca la escena y, por el contacto visual que tenían entre los tres amigos, el guardia hizo deducciones.
- ¿Vienen juntos los tres?- preguntó con seriedad rompemadres.

-Sí- respondió Román temeroso, al tiempo que no sabía si la había regado. Pero…no había de qué preocuparse ¿no? Damián había comprado los boletos en taquilla, eran genuinos.

El guardia pasó su uña y su reacción transmitió confianza a los tres amigos.

- Pásenle, no hay bronca- devolvió los boletos a los jóvenes.

Recuperaron el aliento ante tremendo susto. Ahora Damián, Andrés y Román se enfilaban confiados hacia el segundo filtro donde también había personal de staff organizando el acceso. Ahora cada portero tenía un scanner en la mano. Con ellos leían el código de barras de cada boleto.

Ahora Andrés iba a la delantera. Presentó su entrada. El scanner lanzó su rayo infrarrojo. Un sonido de alerta se dejó oír.

- No, no pasa- dijo el chavo de la entrada.

- A ver, revísele otra vez- Andrés estaba pálido.

Otra vez el ruido.

- Aquí está el mío- Román estiró la mano presentando su entrada.

Sonido de alerta.

- Tampoco.

- ¿Y el mío?- Turno de Damián.

Alerta. Podía leerse en la pantalla del scanner un leyenda “INVALID CODE”.

Se acercó el supervisor del personal:

- ¿Qué pasó?

- No pasan sus boletos- replicó el joven del dispositivo lector.

El supervisor pidió los boletos. Los tres amigos se los entregaron.

- ¡Uy, no, chavos!- Exclamó inmediatamente al verlos y palparlos. – Estos boletos son falsos.

Esa última frase retumbó en los oídos de cada uno de los tres jóvenes, como si fuera una escena en cámara lenta. Peor que cualquier drama griego. A Homero no se le pudo ocurrir una desgracia mayor mientras escribía La Ilíada o La Odisea. Sonaba y se repetía:

S-O-N      F-A-L-S-O-S

- Pero si los compramos en taquilla, no puede ser- dijo Román todo alterado.

- Pues yo no sé, chavos. Pero éstos tres no pasan. Les voy a pedir que se retiren de la fila para que puedan pasar los demás. Si quieren chequen a ver a quién le pueden reclamar- El supervisor los iba empujando sutilmente hacia la valla de la orilla.

            Ahí, Damián, Andrés y Román se toparon con otros siete chavos en la misma situación.

- ¡Mta madre! Por comprar en la pinche reventa- le reclamaba uno de ellos a su acompañante.

- No mames, Damián. Vamos a reclamar. Si tú sí los compraste en taquilla- Román insistía muy nervioso, intranquilo.

Damián suspiró hondo, andaba cabizbajo:

- No los compré en taquilla. Un culero de mi chamba me los consiguió porque ya se habían agotado. Me dijo que él tenía un pariente chambeando para ticketmaster, que no había broncas.

- ¡Valiendo madre! Lo bueno es que es de tu chamba y le puedes pedir el dinero de regreso- Román no se resignaba.

- Ya ni ha ido, creo que sólo iba a capacitación.- Decía un Damián notablemente decepcionado al tiempo en que el resto de los defraudados proponían: “Más tarde venimos y damos el portazo”.

Los tres amigos decidieron regresar a la entrada, ahí junto a las escaleras del metro. Mientras caminaban veían cómo un considerable número de policías entraban. El portazo no sería viable. Damián sabía que en su casa todos siempre esperaban un error para devolverle sus pesadas bromas. No quería llegar derrotado. Después de examinar sus opciones, los tres supieron que no había de otra.

Llegando a su domicilio. Damián decidió correr sin decir nada a nadie directo a su recámara. Andrés y Román lo alcanzaron acompañados de los tíos y la prima. Era imposible que esto no se supiera. Fueron burlados, sermoneados y consolados.


Los tíos propusieron ir a rentar unas películas en una plaza cercana. Todos aceptaron. Mientras viajaban en el coche, Óscar (que iba manejando), uno de los tíos de Damián prendió la radio y sintonizó Reactor 105.7. En ese instante sonaba una rola emblemática del Tacvba: Pinche Juan en vivo desde el Foro Sol.

Foto real de ese Vive Latino (2012)

1 comentario:

  1. Jajajajajajajajajajaja historia loquilla...XD

    Suele pasar, pero con esto creo que ya aprendio ese chaval....bueno si a alguien le pasó realmente *mira nervioso hacia todos lados*

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