jueves, 17 de abril de 2014

ROSÁCEAS

Mariana llevaba cerca de 12 minutos en el baño. Parecía ser una diarrea horrible, además antes de meterse al sanitario había tenido náuseas.

- No, no mames, no puede ser. Tan bien que estaba en la cita con Joel ¿Por qué tiene que pasar esto justo ahora?- le reclamaba a su cuerpo mientras en su estómago el caos parecía eterno.

Tenía apenas un mes de haber llegado a vivir a ese lugar. Tuvo que cambiar de residencia para poder estudiar ingeniería agrícola en aquella prestigiosa universidad pública. El ambiente era idóneo, todo alrededor eran campos de siembra de frutas y verduras, abundaba el color verde de las hojas y el color café de la tierra fértil. Un lugar alejado de la ciudad de cielos grises en donde nació, ahora podía respirar aire limpio y tomar unas fotos excelentes para instagram.

- Perdón, es que había mucha gente en el baño y tuve que esperar mucho- se excusó Mariana con Joel, aunque su rostro dejaba ver que se sentía mal. Además, no dejaba de rascarse el brazo izquierdo.

Él era un joven delgado, alto y atento que la había cautivado desde el primer día del curso. Mariana por fin había conseguido una cita con él en el restaurante-bar más conocido de aquél pueblo, que se mantenía con buenas finanzas en buena parte gracias al consumo de los estudiantes.

Era noche de jueves y ella tenía que partir el viernes por la noche a la boda de su prima Alejandra, quien era prácticamente su hermana mayor desde la infancia. Era evidente que no podía faltar. Antes de viajar, tenía que dejar una buena impresión en Joel para que ninguno de los dos pudiera resistir la ausencia del otro, la próxima vez que se vieran seguramente el coqueteo sería más intenso y recíproco. Al menos ésa era la intención.

- Te ves mal ¿Segura que todo está bien?- preguntó Joel muy atento.

- Sí, todo bien- Mariana no podía salir con un “tengo diarrea” en esta situación ¡Qué pena! – Me habló mi prima, la que te dije que se va a casar y me dijo que está algo triste. Debe ser la depresión pre nupcial- ni modo, tuvo que mentir.

- Si quieres pedimos la cuenta. – Sugirió Joel con notable preocupación.

Ella aceptó, el mesero atendió, luego hizo lo propio. Joel insistió en pagar, salieron del lugar, la fue a dejar a la casa que Mariana rentaba. La situación hizo que se despidieran muy rápido.

Una vez adentro, ella prendió la luz y comenzó a rascarse la espalda, la cabeza y los brazos. Tenía una comezón terrible por todo el cuerpo, pequeños granitos le empezaban a aparecer. El viaje sería terrible, al parecer ¿Qué había sido? ¿Los camarones al mojo de ajo que comió? ¿Había marea roja cuando los pescaron? ¿O era el mango picado que pidió como postre? ¿No estaba desinfectada la comida? ¡¿Qué chingados era?!

Después de tanta incomodidad el sueño venció a Mariana. Decidió hacer el viaje el viernes en cuanto pudiera. Preparó su equipaje y afortunadamente había una corrida de camión a las 11 a.m. El viaje duraba 6 horas, así que no sabía cómo haría para soportar la comezón. Lo bueno era que ya no tenía malestar en el estómago. Luego de un tiempo, notó que el aire acondicionado del autobús tranquilizaba mucho su molestia. El trayecto transcurrió tranquilamente.

Al llegar a su casa le contó todo a su madre (bueno, omitió lo de Joel, después de todo era algo tímida y prefería guardarse los asuntos amorosos para ella). Decidieron ir con su tío Darío, el médico.
- ¡Uy, no mi’ja! Lo que tú tienes es una alergia. Segurito. Ahora hay que ver a qué eres alérgica. Te voy a mandar a una clínica especializada para que te chequen. Ahí está Rolando, es un compañero que le sabe a eso- Dijo el tío Darío después de examinarla, al tiempo que comenzaba a escribir en su computadora cierto texto, una receta quizá.

Las dos mujeres acudieron a la clínica especializada. Sólo tenían que esperar a una paciente para poder pasar a consulta. Una vez en el consultorio explicaron al doctor lo sucedido. A continuación vino una enfermera respondiendo al llamado del médico.

Con plumón la enfermera comenzó a marcar pequeños círculos en la parte interior del antebrazo de Mariana, cada uno con un número hasta completar 41 figuras. Después comenzaron a pinchar cada uno de los puntos marcados para, después, aplicar gotas de diferentes frasquitos en cada uno de ellos, se podían leer cosas como “gato”, “perro”, “pino” y “ácaro de polvo”.

5 minutos después dos círculos encerraban pequeños granitos. El doctor Rolando los vio detenidamente con una lupa. Soltó el brazo de Mariana y comenzó a escribir en una hoja membretada.
- Efectivamente, es una alergia. Los síntomas van desde picor oral o general hasta malestares estomacales como dolor abdominal, vómitos o diarrea. Con estas pruebas que hicimos podemos definir que eres alérgica a las frutas- señaló el doctor Rolando al tiempo que su rostro tenía una expresión extraña, como diciendo “a ver cómo le haces porque esto está canijo”.

- ¿A las frutas?- Mariana estaba sorprendida ante lo desafortunado que parecía el caso.

- Así es. Concretamente a las rosáceas. Eres alérgica a todas estas frutas- El médico deslizó una hoja en su escritorio acercándosela a su paciente, mientras con la punta de su lapicero señalaba una lista.

Ahí se podía leer “manzana, pera, cereza, albaricoque, ciruela, fresa, zarzamora, almendras, kiwi, mango, piña, melón, sandía, aguacate y uva. Evítese también la mayoría de las verduras”. Mariana tenía cara de notable desesperación y tristeza, jamás un rostro había reflejado con tanta claridad un parecido a  =( .

- Generalmente se desata por una interacción exagerada con polen de estas frutas- explicó Rolando.

Le dieron tratamiento. Mariana tendría que vacunarse cada mes durante dos años para poder controlar su alergia. Irónicamente vivir en un ambiente con menos contaminación le había provocado esta reacción.

En la boda comió sólo la carne del plato fuerte: lomo ahumado. Del pastel excluyó las fresas y duraznos. Sus primos y primas preguntaban la razón. Eran tantos los preguntones que a Mariana le daban ganas de poner una cartulina en la mesa con la explicación para no repetirla a cada rato.

A su regreso a la escuela, Joel la miraba inquieto en clase. Hubo un lapso entre módulos y pudieron platicar. Ella explicó su padecimiento porque él preguntó.

En los días siguientes Joel se mostró desinteresado, exageradamente indiferente. Mariana preguntó la razón.

- Me gustas pero no puedo tener de novia a una persona que es alérgica a las frutas. Mi papá es agricultor, tiene un terreno junto a donde vivimos donde cultivamos fresas. Imagínate que quiera llevarte a mi casa. No, nada más no puedo- fue la respuesta.

Mariana no estaba molesta por la respuesta en sí, sino por la actitud descarada del tipo. Ahora el encanto se convertiría en desdeño.



“De tantas fresas que siembra algo se le pegó al sonso ése” pensaba. Al final, el tiempo le dio la razón: en tercer semestre Joel reprobó 3 de las 5 materias y no pudo pasar a cuarto. Mariana, en cambio, culminó la carrera y logró controlar su alergia. Sin duda Joel era un idiota.


PD honesta y pseudoliteraria (de mi parte): Nunca leí ninguna de sus obras, el interés por hacerlo no ha figurado. Quizá se deba a que muchos hablan de él con una admiración tal que cae en la exageración (lo escribo sin ser hipster). Sin embargo el mundo artístico y periodístico serio han hecho eco en la muerte de Don Gabriel. Esperemos que, al igual que Rafael en "el Túnel", la esté pasando tranquilo y sin broncas en el más allá. Un día todos nos reuniremos y quizá podamos escuchar de viva voz uno de sus relatos guardados. García Márquez no pudo viajar en un día más privilegiado para este escritor sin futuro (y mono pseudopensante oaxaqueño) que un jueves, jueves chiripero. Hasta pronto GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.

2 comentarios:

  1. jejeje me encanta lo de jueves chiripero! :)

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  2. No estaría de más que hojearas alguno de sus libros para saber por qué tanta exagerada admiración ;)

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