Mi primo Cástulo parecía ser alguien desafortunado.
Desde que nació, cuando yo tenía 5 años, su rostro nos pareció “chistoso”. La
familia entera, en especial las mujeres, hacían buenos comentarios a los padres
pero se notaba que fingían.
Todos lo cargaban pero creo que más por obligación
que por un deseo honesto. Si el padre del bebé quería tomar una foto, le
decían: “No ¿No ves que le puede hacer daño el flash? Está muy pequeño”. En
realidad lo que pasaba era que el nene estaba feo, y nadie quería una foto en
el álbum con él.
En reuniones familiares, antes de que los padres de
Cástulo llegaran, se escuchaban comentarios sobre él como: “Ojalá que cuando
crezca se componga”, “Pobre niño, está bien feíto”; el más manchado era el de
mi tío Hugo, contaba prácticamente un chiste: “Cuando el niño nació el doctor
dijo que lo soltaría. Si caía al piso era un humano, si volaba era murciélago”,
todos se soltaban a reír. El silenciador de aquellos comentarios y carcajadas era
la llegada del propio Cástulo y sus papás.
Cumplió 16 años y la situación seguía sin
favorecerle. Tenía un cabello más rebelde que el de los elotes, sus mirada
parecía ser siempre triste, acentuada por unos oscuros anillos orbitarios que
parecían ojeras de mapache, cosa que le había valido su apodo, El Mapa. Alto, su cabeza era larga, cual
Herman Munster; nariz en forma de
cacahuate garapiñado, rostro lleno de cacarizos, dientes desalineados con brackets y unos labios delgados que
apenas se notaban. Su complexión era delgada, pero su cuerpo parecía estar
siempre desganado, los brazos le colgaban como los de un orangután que ha
saciado su hambre; sobresalía una pequeña panza de perro parado. Ni su nombre
ayudaba a remediar un poco lo que la naturaleza le había dado.
Siempre se ponía a platicar conmigo cuando me
encontraba en la calle. Esto me incomodaba porque tenía la suerte que las 2
chavas que me gustaban pasaban siempre que yo estaba con él. Ellas ni se
fijaban en mí, se quedaban viendo a mi primo con cara de desagrado y
apresuraban su paso. “Es tu primo, apóyalo” me decía a mí mismo para
convencerme de no dejarlo ahí abandonado, hablando solo.
Su tema de conversación, el de siempre. Le gustaba
Paulina, la niña más bonita de su prepa y no encontraba la forma de acercarse a
ella. Para mí, ella era una odiosa, vanidosa y caprichosa que se creía mucho
dado su aspecto físico. Pero sin duda era hermosa; tanto así que incluso yo
podía notar la mirada de sus compañeros y profesores hacia ella cuando iban
caminando por la calle, a todos los traía cacheteando banqueta. Paulina lo
sabía bien y se aprovechaba de ello. Quizá por eso se decidió a andar de novia
con Rodrigo, el tipo más estúpido que he conocido; no obstante, aquél individuo
era el hijo del empresario más grande de la población: un gordo prepotente, dueño de una pequeña cadena de mueblerías.
Por las tardes se les podía ver a bordo de una
camioneta color negro, lujosa y de doble cabina. Canciones de alto nivel
folclórico como pueden llegar a ser las de Wisin y Yandel, Chino y Nacho, o Los
Titanes de Durango, hacían retumbar los woofers
de sus sistema de audio. A Cástulo esta situación lo desesperaba y lo molestaba
de sobremanera. La pareja ambulante reproducía intencionalmente una canción
cuando miraban a mi primo:
Nanga Ti Feo, ti feo ni na neni
Neguidubi da shi don
Nenechachaga Naneni
- Ya me tiene hasta la madre esa canción. No puedo
creer que Paulina ande con ese idiota.- me decía Cástulo siempre que los
veíamos.
- Pero esa morra es una interesada. Todos sabemos
que Rodrigo es bien pendejo, ella sólo anda con él por su varo.
- No mames, pero mírame. Estoy bien pinche feo.
Nunca me va a hacer caso. Hasta mi nombre es horrible. ¡Cástulo! ¿Qué estaban
pensando mis padres cuando me pusieron ese nombre?
Ahí sí, mejor me quedaba callado porque no había
ningún argumento para contradecirlo. En lugar de darle ánimos con palabras, sólo
le daba palmaditas en la espalda.
Un sábado lo vi por la tarde, después de eso no lo
miré por meses. Mi madre le preguntó a mi tía por él obteniendo un simple “Ahí
anda” como respuesta. El tema de Cástulo era evadido con descaro. Luego nos
enteramos que no estaba yendo a la escuela, había pedido permiso para un año
sabático ¿Seguía viviendo en su casa? ¿Qué cosa misteriosa estaba haciendo mi
primo ahora?
Llegó el nuevo ciclo escolar. Un lunes por la tarde
alguien llamó a la puerta de mi casa. Abrí y se encontraba un tipo alto, bien
peinado, con una cantidad discreta de gel en el cabello, sobre su frente se
formaba un copete digno de personaje político absurdo. Su rostro era liso,
parecía nalga de bebé. Su playera ajustada, típica de cualquier hombre
presumido que ha tenido buen resultado en el gimnasio, marcaba un abdomen
cercano al de Aquaman. La sonrisa ni
qué decir, no había anuncio de pasta dental que la igualara.
- ¡Cómo andas, Ulises!- me dijo con un ánimo que se
veía hasta en sus mirada.
- ¿Cástulo?- sus ojos tristes, ya sin ojeras, y su
tono de voz me hicieron reconocerlo- ¡¿Qué te hicieron?! ¿Dónde te habías
metido?
- Pues ya ves. Me fui a Cuernavaca un año a vivir
con un primo de mi papá, y pues me di un nuevo aire.
- ¿Y cómo le hiciste?
- Pues es que él tiene una clínica de belleza, así
que me di mi arreglada.
- ¡Pinche metrosexual! Maldito mirrey- le dije en tono de broma.
Me invitó a un bar, tomamos una chela y mientras
platicábamos podía notar una enorme diferencia en él. Se había convertido en un
tipo egoísta, presumido, su esnobismo era desmedido. Vestía ropa de marcas
exclusivas, carísimas. Decía que tendría que viajar muy seguido a diferentes
partes del país porque había conseguido trabajar en una agencia de modelaje. Contaba
también que regresó para demostrarle a todos los que antes le hacían burla que
ahora podía ligarse a cualquier chica. Mientras hablaba, Paulina entró al lugar
acompañada de Rodrigo. Cástulo la vio e inmediatamente adoptó una pose
exagerada, presumiendo sus nuevos bíceps.
Esto a mí me pareció de lo más ridículo que había
visto en mi vida. A Paulina no; ella no tardó en mirarlo, no lo reconoció y
convenció a su novio de sentarse frente a la barra, quedando ella junto a mi
primo. Ambos sonrieron coquetamente entre ellos. Cástulo siguió charlando
conmigo de pura chingadera, parecía que el gimnasio le había absorbido toda la
inteligencia y la humildad. La verdad es que yo no le creía nada, pero Paulina
escuchaba atenta; cuando Rodrigo se descuidó un poco, ella puso su mano derecha
en el muslo de Cástulo.
En un milésima de segundo, el dueño de la camioneta
ostentosa notó que su novia estaba flirteando con el mamey de al lado. Los ánimos se encendieron, pero bastó que ambos
se pusieran de pie para notar que el físico renovado de mi primo era imponente.
Rodrigo prefirió abandonar el lugar dejando a su rival el terreno libre para
conquistar a la codiciada Paulina. Desde ese momento me convertí en un objeto
sin importancia, un consumidor solitario en el bar. Cástulo salió del lugar
abrazando a Paulina, se fue tomándola de la cintura, ni siquiera se despidió de
mí.
En la familia se corría el rumor de que mi primo ahora
era un grosero con sus padres; sin embargo, seguía siendo una especie de imagen
de éxito para mis parientes por haber salido a vivir a otra ciudad, conseguir
un trabajo bien remunerado y tener como novia a una de las mujeres más
atractivas de nuestra población.
Su presencia llegó a ser castrante para mí cuando
estábamos en el mismo sitio. Si el nombre de Cástulo era feo, la persona que lo
poseía era horrible. Si a eso le llaman éxito y belleza, prefiero ser un feo
fracasado, uno en el que la actitud sea más importante que su físico o que su
nombre.
(Imagen tomada de http://es.wikipedia.org/wiki/Facepalm)
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