jueves, 14 de agosto de 2014

FEO

Mi primo Cástulo parecía ser alguien desafortunado. Desde que nació, cuando yo tenía 5 años, su rostro nos pareció “chistoso”. La familia entera, en especial las mujeres, hacían buenos comentarios a los padres pero se notaba que fingían.

Todos lo cargaban pero creo que más por obligación que por un deseo honesto. Si el padre del bebé quería tomar una foto, le decían: “No ¿No ves que le puede hacer daño el flash? Está muy pequeño”. En realidad lo que pasaba era que el nene estaba feo, y nadie quería una foto en el álbum con él.

En reuniones familiares, antes de que los padres de Cástulo llegaran, se escuchaban comentarios sobre él como: “Ojalá que cuando crezca se componga”, “Pobre niño, está bien feíto”; el más manchado era el de mi tío Hugo, contaba prácticamente un chiste: “Cuando el niño nació el doctor dijo que lo soltaría. Si caía al piso era un humano, si volaba era murciélago”, todos se soltaban a reír. El silenciador de aquellos comentarios y carcajadas era la llegada del propio Cástulo y sus papás.

Cumplió 16 años y la situación seguía sin favorecerle. Tenía un cabello más rebelde que el de los elotes, sus mirada parecía ser siempre triste, acentuada por unos oscuros anillos orbitarios que parecían ojeras de mapache, cosa que le había valido su apodo, El Mapa. Alto, su cabeza era larga, cual Herman Munster; nariz en forma de cacahuate garapiñado, rostro lleno de cacarizos, dientes desalineados con brackets y unos labios delgados que apenas se notaban. Su complexión era delgada, pero su cuerpo parecía estar siempre desganado, los brazos le colgaban como los de un orangután que ha saciado su hambre; sobresalía una pequeña panza de perro parado. Ni su nombre ayudaba a remediar un poco lo que la naturaleza le había dado.

Siempre se ponía a platicar conmigo cuando me encontraba en la calle. Esto me incomodaba porque tenía la suerte que las 2 chavas que me gustaban pasaban siempre que yo estaba con él. Ellas ni se fijaban en mí, se quedaban viendo a mi primo con cara de desagrado y apresuraban su paso. “Es tu primo, apóyalo” me decía a mí mismo para convencerme de no dejarlo ahí abandonado, hablando solo.

Su tema de conversación, el de siempre. Le gustaba Paulina, la niña más bonita de su prepa y no encontraba la forma de acercarse a ella. Para mí, ella era una odiosa, vanidosa y caprichosa que se creía mucho dado su aspecto físico. Pero sin duda era hermosa; tanto así que incluso yo podía notar la mirada de sus compañeros y profesores hacia ella cuando iban caminando por la calle, a todos los traía cacheteando banqueta. Paulina lo sabía bien y se aprovechaba de ello. Quizá por eso se decidió a andar de novia con Rodrigo, el tipo más estúpido que he conocido; no obstante, aquél individuo era el hijo del empresario más grande de la población: un gordo prepotente,  dueño de una pequeña cadena de mueblerías.

Por las tardes se les podía ver a bordo de una camioneta color negro, lujosa y de doble cabina. Canciones de alto nivel folclórico como pueden llegar a ser las de Wisin y Yandel, Chino y Nacho, o Los Titanes de Durango, hacían retumbar los woofers de sus sistema de audio. A Cástulo esta situación lo desesperaba y lo molestaba de sobremanera. La pareja ambulante reproducía intencionalmente una canción cuando miraban a mi primo:

Nanga Ti Feo, ti feo ni na neni
Neguidubi da shi don
Nenechachaga Naneni

- Ya me tiene hasta la madre esa canción. No puedo creer que Paulina ande con ese idiota.- me decía Cástulo siempre que los veíamos.

- Pero esa morra es una interesada. Todos sabemos que Rodrigo es bien pendejo, ella sólo anda con él por su varo.

- No mames, pero mírame. Estoy bien pinche feo. Nunca me va a hacer caso. Hasta mi nombre es horrible. ¡Cástulo! ¿Qué estaban pensando mis padres cuando me pusieron ese nombre?

Ahí sí, mejor me quedaba callado porque no había ningún argumento para contradecirlo. En lugar de darle ánimos con palabras, sólo le daba palmaditas en la espalda.

Un sábado lo vi por la tarde, después de eso no lo miré por meses. Mi madre le preguntó a mi tía por él obteniendo un simple “Ahí anda” como respuesta. El tema de Cástulo era evadido con descaro. Luego nos enteramos que no estaba yendo a la escuela, había pedido permiso para un año sabático ¿Seguía viviendo en su casa? ¿Qué cosa misteriosa estaba haciendo mi primo ahora?

Llegó el nuevo ciclo escolar. Un lunes por la tarde alguien llamó a la puerta de mi casa. Abrí y se encontraba un tipo alto, bien peinado, con una cantidad discreta de gel en el cabello, sobre su frente se formaba un copete digno de personaje político absurdo. Su rostro era liso, parecía nalga de bebé. Su playera ajustada, típica de cualquier hombre presumido que ha tenido buen resultado en el gimnasio, marcaba un abdomen cercano al de Aquaman. La sonrisa ni qué decir, no había anuncio de pasta dental que la igualara.

- ¡Cómo andas, Ulises!- me dijo con un ánimo que se veía hasta en sus mirada.

- ¿Cástulo?- sus ojos tristes, ya sin ojeras, y su tono de voz me hicieron reconocerlo- ¡¿Qué te hicieron?! ¿Dónde te habías metido?

- Pues ya ves. Me fui a Cuernavaca un año a vivir con un primo de mi papá, y pues me di un nuevo aire.

- ¿Y cómo le hiciste?

- Pues es que él tiene una clínica de belleza, así que me di mi arreglada.

- ¡Pinche metrosexual! Maldito mirrey- le dije en tono de broma.

Me invitó a un bar, tomamos una chela y mientras platicábamos podía notar una enorme diferencia en él. Se había convertido en un tipo egoísta, presumido, su esnobismo era desmedido. Vestía ropa de marcas exclusivas, carísimas. Decía que tendría que viajar muy seguido a diferentes partes del país porque había conseguido trabajar en una agencia de modelaje. Contaba también que regresó para demostrarle a todos los que antes le hacían burla que ahora podía ligarse a cualquier chica. Mientras hablaba, Paulina entró al lugar acompañada de Rodrigo. Cástulo la vio e inmediatamente adoptó una pose exagerada, presumiendo sus nuevos bíceps.

Esto a mí me pareció de lo más ridículo que había visto en mi vida. A Paulina no; ella no tardó en mirarlo, no lo reconoció y convenció a su novio de sentarse frente a la barra, quedando ella junto a mi primo. Ambos sonrieron coquetamente entre ellos. Cástulo siguió charlando conmigo de pura chingadera, parecía que el gimnasio le había absorbido toda la inteligencia y la humildad. La verdad es que yo no le creía nada, pero Paulina escuchaba atenta; cuando Rodrigo se descuidó un poco, ella puso su mano derecha en el muslo de Cástulo.

En un milésima de segundo, el dueño de la camioneta ostentosa notó que su novia estaba flirteando con el mamey de al lado. Los ánimos se encendieron, pero bastó que ambos se pusieran de pie para notar que el físico renovado de mi primo era imponente. Rodrigo prefirió abandonar el lugar dejando a su rival el terreno libre para conquistar a la codiciada Paulina. Desde ese momento me convertí en un objeto sin importancia, un consumidor solitario en el bar. Cástulo salió del lugar abrazando a Paulina, se fue tomándola de la cintura, ni siquiera se despidió de mí.

En la familia se corría el rumor de que mi primo ahora era un grosero con sus padres; sin embargo, seguía siendo una especie de imagen de éxito para mis parientes por haber salido a vivir a otra ciudad, conseguir un trabajo bien remunerado y tener como novia a una de las mujeres más atractivas de nuestra población.

Su presencia llegó a ser castrante para mí cuando estábamos en el mismo sitio. Si el nombre de Cástulo era feo, la persona que lo poseía era horrible. Si a eso le llaman éxito y belleza, prefiero ser un feo fracasado, uno en el que la actitud sea más importante que su físico o que su nombre.



(Imagen tomada de http://es.wikipedia.org/wiki/Facepalm)

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