jueves, 7 de agosto de 2014

OLOR A HOSPITAL

El dolor es inmenso. Nunca antes en mi vida me había sentido así. Creo que ésta es la primera vez que quiero llorar, pero no puedo hacerlo; quizá la solución sea dejar salir el llanto de otra forma. Soltar pequeños sollozos cuando nadie me oiga ¿Cómo saber en qué momento no está escuchando absolutamente nadie?

Este olor a hospital me pone peor. Ver esas sábanas manchadas del rojo de la sangre por poco me hace desmayar ¿Acaso perdí la conciencia? Eso debe ser, porque acabo de sentir como si despertara de un largo sueño.

El doctor pasó muy rápido. Ahora son más médicos, corren en el pasillo como locos. La enfermera lleva una cara de preocupación tremenda. Lo sé, puedo reconocer un rostro angustiado cuando lo veo, lo huelo, apesta a adrenalina.

Esa voz en el techo no la conozco, no puedo entender nada de lo que dice, no distingo ni quién habla. No veo a ningún familiar, no hay amigos que pregunten cómo pasó, cómo estoy; ni siquiera yo recuerdo lo que sucedió.

Sigue el olor, no lo soporto. Ha pasado de provocarme náuseas a hacerme sentir un notable odio, no sé contra qué. Quiero golpear a todos. Debo ponerme de pie, saltar de la cama.

¡Maldita sea! Esta no es una cama, es la fría loseta del piso. No la había notado. Mis pies no se mueven, no puedo ponerme de pie, no puedo arrastrarme ¡Con un demonio, estoy inmóvil!

- ¡¿Qué demonios me han hecho todos ustedes, idiotas de bata blanca?!- grito, dos señoras voltean a verme temerosas, pero nadie me contesta.

Estoy seguro que no fueron las únicas que me oyeron, pero sí fueron las únicas personas que vi que notaron mi presencia.

No es posible, debo huir de aquí, tengo ansiedad, mucha. El estrés se apodera de mi.

Comienzo a recordar. Ahí va Susana, puedo verla ¿Está dormida?

- ¡Háblame! ¡Estoy aquí, solo!- vuelvo a gritar, vuelvo a ser ignorado.

Sigo recordando. Mi mente comienza a despejarse. Claro, todo comienza a cobrar sentido. Fue culpa de Octavio ¿Cómo fue que no lo supuse antes? Ese estúpido. Desde que probó el polvo blanco no ha parado, en cambio, sus brazos comenzaron a ser inyectados por él mismo diariamente. Idiota. Su rostro cambió, ni sus amigos de antes lo reconocerían hoy.

El dolor está aumentando, me está matando. Se acerca un doctor, me ve con lástima. Llora, no sé la razón. Mi abdomen me está torturando.

Recuerdo cómo me tomó en sus brazos por primera vez. Su piel tan lisa, sus manos tan suaves. Podía correr a su lado todas la mañanas en el patio, en la calle. El mejor dueño en su niñez, el peor ser humano ahora. Fuimos los mejores amigos alguna vez.

- ¡Brandon!- me llamó la primera vez que nos vimos.

La química entre nosotros fue instantánea. Ni qué decir de la familia, son excelentes personas. Nunca me negaron las cosas que necesitaba. Doña Carmen siempre cocina delicioso. Don Artemio siempre atento, cuidando a todos; siempre se preocupa por darme agua, fue él quien construyó mi habitación. Los cuidados de Susana son de primera, el peine con que acaricia mi pelo, la dulzura de su perfume, su sonrisa constante.

Pero este imbécil tuvo que llegar de la calle. Esa cosa en su mano que nunca antes le había visto.

Esperen.

Tenía una parecida esa vez que me llevó a pelear con otro igual a mí. Creí que Octavio me necesitaba para defenderlo. El dolor de entonces no fue tanto como el de ahora, las cicatrices no fueron tantas, igual había sangre.

No puedo creerlo.

Dispararle a su madre y al Señor Artemio, golpear la cabeza de su hermana contra la pared y luego contra el piso.

No pude resistir, tuve que morderle el cuello. Me ganó, un trueno espantoso antes, mi abdomen caliente, fue más ágil.

Mi memoria identifica al doctor de ojos vidriosos, es el hermano de Doña Carmen, Eleazar.

Creo que nadie sabe dónde está Octavio ahora. Eso no me importa ¿Dónde están los demás de la casa?

El frío recorre mis extremidades. No puede ser. Octavio lo hizo otra vez ¿Cómo pudo entrar a la casa? Se supone que no debía, que no podía. Ese maldito.

Todo cuadra: él entró drogado, disparando, golpeando. Deben estar muy graves, puedo verlo en los ojos de Eleazar.

A mí nadie me hace caso, lloro como puedo hacerlo, aúllo tendido en el piso, mis párpados comienzan a pesarse, salen de mi control. Ahora soy un perro moribundo.





(Imagen tomada de la página http://adictamente.blogspot.mx/2012_04_29_archive.html)

1 comentario:

  1. wow qué realto, ¿Supongo que es parte de una trama más larga? Es la primer entrada que leo. Estos picos emocionales ayudan mucho a continuar con la lectura me gustó mucho porque nunca se cae. Pásate por el mío! http://lagiudacca.wordpress.com/

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