jueves, 31 de julio de 2014

AQUÍ NO HAY TRUCO

Desde pequeño fue maravillado con tal acción inexplicable. El hombre con elegante traje negro lo había deslumbrando sacando un ave de ese hermoso sombrero. La capa de aquella persona parecía ser tan suave que al mínimo contacto en la mejilla seguramente sentiría ganas de dormir enroscado con ella.

Crisógono lo supo desde ese momento: él también quería ser un mago. Seguro que en la escuela todos pedirían ver sus trucos.

El jovencito fue bautizado con ese nombre como un homenaje a su abuelo paterno, que aún vivía. Era el único nieto hasta ese momento y su papá quiso ganarle a los tíos en eso de la herencia del nombre. Pero al niño esto no le satisfacía. En tiempos donde Jonathan, Kevin, Irving o Derek estaban de moda, Crisógono le parecía una grosería de nombre. Por eso siempre se presentaba sólo como “Cris”. Sus maestras habían asumido con cierta naturalidad que se llamaba Cristian.

El abuelo había sido un joven extrovertido, danzó todos los mambos que pudieran existir en el mundo vestido de pachuco. Tenía una cantidad desconocida de trajes con su respectivo sombrero, todo guardado en un ropero de fina caoba. Cris sacaba cosas a escondidas de ahí, se ponía a ensayar sus trucos; 8 conejitos muy pequeños nacidos en la granja de la casa fueron asesinados accidentalmente por guardarlos mucho tiempo dentro de diferentes sombreros, sofocados morían ahí esperando a ser observados por los padres del niño que siempre estaban ocupados, ellos no se dedicaban a estar “perdiendo el tiempo”.

“¿Por qué nunca me hacen caso?” se preguntaba Cris. El jovencito era más que terco cuando quería algo. Creció siendo autodidacta en eso de la magia. Ahorraba el dinero de sus domingos y las moneditas que le sobraban de lo destinado para el lunch. Con esto compró su equipo en una tienda de disfraces que quedaba cerca de su escuela. Tenía su capa, su varita y un sombrero hecho de cartulina blanca (porque ese día a los de la papelería se les había acabado el cartoncillo negro).

Sin embargo, sólo tenía dos actos. Uno era aparecer a su conejito y otro hacer desaparecer billetes entre sus manos. En su grupo se habían aburrido de esos números y Cris ya había ido a la dirección más de 3 veces por andar distrayendo a sus compañeros.

Cuando Crisógono llegó a la pubertad aprendió eso del internet y las computadoras. Bajaba videos de yutub en el ciber, tutoriales de magia con cartas, otro de cómo desatar nudos con los ojos cerrados, uno más mostraba la forma de atravesar su mejilla con un lápiz sin sacar una sola gota de sangre, además de uno muy bueno que hacía desaparecer la fuerza de los brazos de cualquier persona. Éste último en particular era solicitado muy seguido por sus amigos buleados, tanto así que los agresores llegaron a respetar a Cris.

Su fama en la escuela trascendió a su casa. Aunque al muchacho le encantó en un principio que lo reconocieran en su familia por su talento, después se fastidió ¿Para qué mostrarles lo que tanto habían despreciado antes?

Ese día, en la fiesta de XV años de su prima querida, vio cómo la tía más presumida de la familia, Aurora, se alcoholizaba sin medida, estaba haciendo el ridículo, bromeaba con mal gusto y vomitó en el traje de la festejada. Por si fuera poco, hizo un comentario en el micrófono del grupo que estaba tocando:

- A mi hija le hice esta fiesta porque se la merece. Ella es una niña muy lista, es la mejor nieta que mi papá pudo tener. Es el honor de la familia, no como ese maguito de quinta que anda por ahí. Mi hija sí es una chingona ¡Arriba mi’ja!

A Cris le hirvió la sangre, “¡Pinche tía, tan mamona que se hace, es una pendeja!” pensaba. Estaba decidido, algún día esa borracha de clóset tenía que pagar por su comentario.

Cuando Crisógono tenía 20 años se llevó a cabo una fiesta más, se trataba de las bodas de plata de sus padres. Había planeado un número de magia para todos los asistentes, uno que iría después de la partida del pastel. No reveló a nadie de qué se trataba.

Llegó el momento, terminó de sonar el Queremos Pastel y el vocalista del grupo musical contratado lo anunció:

- Por favor, guarden silencio. A continuación se presenta el mejor Mago del Mundo, el que hará que sus ojos se les salgan del asombro. Él es el único, el inigualable !CRI-SÓ-GO-NOOOOOO!

Cris pudo notar cómo algunos miembros de su familia se reían por el nombre, parecía que todos habían olvidado al abuelo fallecido 2 años atrás. No era tiempo de hacer caras, así que entró a escena muy animoso, su atuendo ya no era el de mago clásico, ahora se vestía como Daynamo (el mago que pasaban en Discoveri), su complexión lo ayudaba a aquél ilusionista de la tele.

En una caja transparente metió papelitos blancos, doblados. Pidió a los titulares de la fiesta que entre ellos decidieran quién de los dos sacaría el trozo con el nombre de la persona que pasaría para realizar el truco. Su padre fue el elegido, el pequeño papel decía “AURORA”, Cris pidió que fuera mostrado a todos para que hubiera constancia del hecho. Lo que nadie sabía es que todos los papeles tenían el mismo nombre, estaba decidido a vengarse.

La tía Aurora tuvo que pasar al centro. Crisógono la hipnotizó (otra cosa más que nadie sabía que podía hacer), la recostó sobre 3 sillas vacías, luego retiró la del centro. El cuerpo de Aurora no se doblaba. Para agregarle un poco de humor, Cris se quitó el pantalón, quedó en trusa y se sentó sobre el abdomen de su tía. Todos rieron por la ocurrencia del acto. La mujer parecía una barra de metal. El padrino de bautizo del mago estaba grabando con su jandicam, no lo podía creer, estaba tan sorprendido que no notó que su boca estaba abierta.

A continuación, Cris tomó una cobija negra que había puesto cerca. Cubrió a su tía de pies a cabeza. Se puso de pie, hizo un ademán con ambos brazos, retiró la cobija rápidamente para descubrir un maniquí que vestía la misma ropa de Aurora. Los invitados y la familia no lo podían creer, sonreían con asombro, aplaudían.

Crisógono procedió a recostarse en el suelo, se cubrió totalmente con el mismo objeto oscuro. Pasaron 3 minutos sin acción, después eran 5. El señor de la videocámara decidió retirar el trapo. Sólo había dos pares de almohadas y encima una nota:

“ADIÓS FAMILIA. ESTE HOMBRE SE HA LLEVADO SU MAGIA Y SU NOMBRE A UN LUGAR DONDE PUEDA SER APRECIADO. LA BORRACHA FUE UNA CORTESÍA.”


Los músicos no estaban prestando atención a lo que acababa de ocurrir, habían estado comiendo pastel. Cuando notaron que el acto concluyó, sin que nadie lo pidiera, comenzaron a tocar No te metas con mi Cucu para comenzar el baile al que ya nadie quiso acudir.





(Imagen tomada de la página http://www.garuyo.com/uploads/2013/8/magia-ipad-zauberer-simon-pierro_125267.jpg_32955.670x503.jpg)

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