Desde pequeño fue maravillado con tal acción
inexplicable. El hombre con elegante traje negro lo había deslumbrando sacando
un ave de ese hermoso sombrero. La capa de aquella persona parecía ser tan
suave que al mínimo contacto en la mejilla seguramente sentiría ganas de dormir
enroscado con ella.
Crisógono lo supo desde ese momento: él también
quería ser un mago. Seguro que en la escuela todos pedirían ver sus trucos.
El jovencito fue bautizado con ese nombre como un
homenaje a su abuelo paterno, que aún vivía. Era el único nieto hasta ese
momento y su papá quiso ganarle a los tíos en eso de la herencia del nombre.
Pero al niño esto no le satisfacía. En tiempos donde Jonathan, Kevin, Irving o
Derek estaban de moda, Crisógono le parecía una grosería de nombre. Por eso
siempre se presentaba sólo como “Cris”. Sus maestras habían asumido con cierta
naturalidad que se llamaba Cristian.
El abuelo había sido un joven extrovertido, danzó
todos los mambos que pudieran existir en el mundo vestido de pachuco. Tenía una
cantidad desconocida de trajes con su respectivo sombrero, todo guardado en un
ropero de fina caoba. Cris sacaba cosas a escondidas de ahí, se ponía a ensayar
sus trucos; 8 conejitos muy pequeños nacidos en la granja de la casa fueron
asesinados accidentalmente por guardarlos mucho tiempo dentro de diferentes
sombreros, sofocados morían ahí esperando a ser observados por los padres del
niño que siempre estaban ocupados, ellos no se dedicaban a estar “perdiendo el
tiempo”.
“¿Por qué nunca me hacen caso?” se preguntaba Cris.
El jovencito era más que terco cuando quería algo. Creció siendo autodidacta en
eso de la magia. Ahorraba el dinero de sus domingos y las moneditas que le
sobraban de lo destinado para el lunch. Con esto compró su equipo en una tienda
de disfraces que quedaba cerca de su escuela. Tenía su capa, su varita y un
sombrero hecho de cartulina blanca (porque ese día a los de la papelería se les
había acabado el cartoncillo negro).
Sin embargo, sólo tenía dos actos. Uno era aparecer
a su conejito y otro hacer desaparecer billetes entre sus manos. En su grupo se
habían aburrido de esos números y Cris ya había ido a la dirección más de 3
veces por andar distrayendo a sus compañeros.
Cuando Crisógono llegó a la pubertad aprendió eso
del internet y las computadoras. Bajaba videos de yutub en el ciber,
tutoriales de magia con cartas, otro de cómo desatar nudos con los ojos
cerrados, uno más mostraba la forma de atravesar su mejilla con un lápiz sin
sacar una sola gota de sangre, además de uno muy bueno que hacía desaparecer la
fuerza de los brazos de cualquier persona. Éste último en particular era
solicitado muy seguido por sus amigos buleados,
tanto así que los agresores llegaron a respetar a Cris.
Su fama en la escuela trascendió a su casa. Aunque
al muchacho le encantó en un principio que lo reconocieran en su familia por su
talento, después se fastidió ¿Para qué mostrarles lo que tanto habían
despreciado antes?
Ese día, en la fiesta de XV años de su prima
querida, vio cómo la tía más presumida de la familia, Aurora, se alcoholizaba
sin medida, estaba haciendo el ridículo, bromeaba con mal gusto y vomitó en el
traje de la festejada. Por si fuera poco, hizo un comentario en el micrófono
del grupo que estaba tocando:
- A mi hija le hice esta fiesta porque se la
merece. Ella es una niña muy lista, es la mejor nieta que mi papá pudo tener.
Es el honor de la familia, no como ese maguito de quinta que anda por ahí. Mi
hija sí es una chingona ¡Arriba mi’ja!
A Cris le hirvió la sangre, “¡Pinche tía, tan
mamona que se hace, es una pendeja!” pensaba. Estaba decidido, algún día esa
borracha de clóset tenía que pagar por su comentario.
Cuando Crisógono tenía 20 años se llevó a cabo una
fiesta más, se trataba de las bodas de plata de sus padres. Había planeado un número
de magia para todos los asistentes, uno que iría después de la partida del
pastel. No reveló a nadie de qué se trataba.
Llegó el momento, terminó de sonar el Queremos Pastel y el vocalista del grupo
musical contratado lo anunció:
- Por favor, guarden silencio. A continuación se
presenta el mejor Mago del Mundo, el que hará que sus ojos se les salgan del
asombro. Él es el único, el inigualable !CRI-SÓ-GO-NOOOOOO!
Cris pudo notar cómo algunos miembros de su familia
se reían por el nombre, parecía que todos habían olvidado al abuelo fallecido 2
años atrás. No era tiempo de hacer caras, así que entró a escena muy animoso,
su atuendo ya no era el de mago clásico, ahora se vestía como Daynamo (el mago que pasaban en Discoveri), su complexión lo ayudaba a
aquél ilusionista de la tele.
En una caja transparente metió papelitos blancos,
doblados. Pidió a los titulares de la fiesta que entre ellos decidieran quién
de los dos sacaría el trozo con el nombre de la persona que pasaría para
realizar el truco. Su padre fue el elegido, el pequeño papel decía “AURORA”,
Cris pidió que fuera mostrado a todos para que hubiera constancia del hecho. Lo
que nadie sabía es que todos los papeles tenían el mismo nombre, estaba
decidido a vengarse.
La tía Aurora tuvo que pasar al centro. Crisógono
la hipnotizó (otra cosa más que nadie sabía que podía hacer), la recostó sobre
3 sillas vacías, luego retiró la del centro. El cuerpo de Aurora no se doblaba.
Para agregarle un poco de humor, Cris se quitó el pantalón, quedó en trusa y se
sentó sobre el abdomen de su tía. Todos rieron por la ocurrencia del acto. La
mujer parecía una barra de metal. El padrino de bautizo del mago estaba
grabando con su jandicam, no lo podía
creer, estaba tan sorprendido que no notó que su boca estaba abierta.
A continuación, Cris tomó una cobija negra que
había puesto cerca. Cubrió a su tía de pies a cabeza. Se puso de pie, hizo un
ademán con ambos brazos, retiró la cobija rápidamente para descubrir un maniquí
que vestía la misma ropa de Aurora. Los invitados y la familia no lo podían
creer, sonreían con asombro, aplaudían.
Crisógono procedió a recostarse en el suelo, se
cubrió totalmente con el mismo objeto oscuro. Pasaron 3 minutos sin acción,
después eran 5. El señor de la videocámara decidió retirar el trapo. Sólo había
dos pares de almohadas y encima una nota:
“ADIÓS FAMILIA. ESTE HOMBRE SE HA LLEVADO SU MAGIA Y SU NOMBRE A UN LUGAR DONDE PUEDA SER APRECIADO. LA BORRACHA FUE UNA CORTESÍA.”
Los músicos no estaban prestando atención a lo que
acababa de ocurrir, habían estado comiendo pastel. Cuando notaron que el acto
concluyó, sin que nadie lo pidiera, comenzaron a tocar No te metas con mi Cucu para comenzar el baile al que ya nadie
quiso acudir.
(Imagen tomada de la página http://www.garuyo.com/uploads/2013/8/magia-ipad-zauberer-simon-pierro_125267.jpg_32955.670x503.jpg)
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