jueves, 1 de enero de 2015

PROYECTO

Todo estaba cerrado: la tortillería, la panadería, la miscelánea de Don Alfredo, incluso la maldita farmacia que no sirve ni para proveerme de una caja de ampicilina cuando es necesario.

Mi cabeza retumbaba de dolor; mis ojos gritaron al salir de casa exigiendo ser cubiertos por lentes para el sol; la maldita sed me mataba desde el despertar. Seis treinta de la mañana los números rojos de mi despertador me acechaban atentos, el sonido repetitivo de la alarma comenzó a taladrar mis oídos. Ni la ducha pudo aplacar las sensaciones. Gran forma de iniciar el año. Madrugando, crudo y con la obligación de ir al puto trabajo ¡Qué necesidad de ir a la oficina el primer día del 2015! Supongo que es el costo de crecer.

Costo. Como si estuviera pagando por algo que disfruto. Desde que tengo dieciséis mi rutina comenzó a apestar y no mejora conforme pasan los años, al contrario.

Pero ¿qué fue lo que me provocó tan brutal resaca? Los cuatro meses alejado del mezcal que anoche me sedujo, seguramente fue eso: la falta de práctica y los dos litros completos entre mi cuñado y yo ¿O fue el vino francés que compró el presumido y derrochador tío Daniel? ¿El vodka que trajo mi sobrino? Y oso negro, para acabarla; si no tenía dinero mejor no hubiera traído nada. Lo malo es que ya estando pedo cualquier cosa pasa por la garganta con tal de apendejar el cerebro. Debió ser eso, la mezcla indiscriminada. Somos unos cuches.

Todo mundo debe estar o pedo o crudo a estas horas. Ni un taxi en la calle, no llegaría a tiempo al trabajo. Entre todo esto, un chispazo de suerte: mi aburrido vecino que es Testigo de Jehová iba a uno de sus ritos (o no sé a qué madre) a su templo (o lo que sea) que queda cerca de la oficina. Si tuviera esta suerte diario seguramente también iría de puerta en puerta predicando “su palabra”, quizá mi portafolio ayudaría a tener más porte de charlatán.

No entiendo la maldita necesidad de mi jefe por tenernos aquí frente a la computadora como estúpidos. Bueno, en mi caso, por si fuera poco, hoy tengo que lidiar no con la computadora, sino con una pinche máquina de escribir mecánica del año del caldo.

Mi sorpresa fue tal que cuando llegué y vi que mi equipo de cómputo no estaba corrí con el tipo encargado de inventario, quien me mandó con el de informática. Éste me explicó que mi equipo había sido reportado como la probable fuente de un virus que estaba atrofiando el comportamiento de la red interna de esta mugrosa empresa de publicidad, que sin preguntarme absolutamente nada habían decidido examinarla. Me sentí aliviado de haber impreso dos días antes el proyecto creativo de campaña publicitaria que discutiríamos hoy, junto con algunas otras propuestas de más compañeros. Ahí estaba, íntegro en una carpeta color verde en el cajón de mi pequeño escritorio.

- ¿Qué hace usted aquí?- la empleada de limpieza, Sara, me sorprendió con su pregunta. No había advertido su presencia en la oficina- ¿No debería estar con los demás en la sala de juntas?

- Sí, pero…¿cómo dice? ¿Ya están en reunión?- mi desconcierto y mi cruda eran notables.

- Ya, desde hace un buen rato. Va para una hora que están ahí reunidos.

- ¡Puta! Si la cita era a las siete, no a las ocho. Me lleva la chingada- pensé, agradeciendo de inmediato a Sara por la valiosa información proporcionada.

Tomé mi portafolio y me metí como demonio a la dichosa sala de juntas. No me importó la probabilidad de impregnar un olor etílico a mi paso, ni mis lentes oscuros, el retraso o mi cruda. Lo que sí me hizo sentir miserable fueron las miradas de todos los hipócritas colegas de siempre, si hay algo que suele preocuparme es lo que otros puedan comentar de mí. Y el jefe, ese canalla se me quedaba viendo como si ante sus ojos me hubiera revolcado con su mujer en su propia cama.

- Galindo, llega usted exactamente a tiempo para analizar la penúltima propuesta. La última es la de usted- sentenció Sergio Kuri, el jefe más odioso que hasta ahora había tenido.

Sin más remedio me senté en el único lugar disponible en esa gran tabla rectangular que se empeñan en llamar mesa de reuniones. Analicé los rostros rápidamente, sólo Matus me observaba con una sonrisa burlona, como si le diera gusto mi desgracia matutina. Ese perro siempre había querido joderme en todo; juzgaba mi ropa que no es de marca como la de él, en el baño era capaz de terminarse el papel sin ningún fin más que el de dejarme sin material para limpiarme el ano. Yo estaba seguro que su actitud se debía a mi buena relación con la jefa anterior y el éxito que obtenían mis propuestas. Ahora que ella había sido promovida a la oficina de Guadalajara, Matus estaba decidido a ponerme el pie en el cuello. Pendejo.

¡Mi memoria! ¿Sí la traje? En ella tengo las diapositivas. Toqué rápidamente la bolsa de mi camisa a la altura del pecho. Sí, ahí estaba. Menos mal, mi alma regresó a mí después de ese ligero susto.

- Matus, lo escuchamos- Kuri ordenaba al fulano ese que se pusiera de pie y presentara su propuesta publicitaria, la única que escucharé antes de la mía, para colmo.

Mi odioso compañero comenzó con su presentación digital. En las imágenes que mostraba el proyector pude leer el título idéntico a mi propuesta, pero con su estúpido nombre como autor. ÓSCAR MATUS. Conforme avanzaba la junta me di cuenta de un hecho totalmente irritante: este hijo de puta se robó mi proyecto. Mi enojo se fue apoderando de mí hasta controlar completamente mis pensamientos, pero por llegar tarde lo más seguro era que cualquier intento de reclamo en plena reunión sería censurado con inmediatez, incluso cuando tratara de mostrar las hojas impresas de la carpeta verde. Quizá nadie pondría atención a mi presentación, quizá nadie quería escucharla. Pero lo que estaba frente a todos había sido concebido por mi mente, no por la de Matus. Ahora sí le parto su madre.

Los aplausos hicieron que regresara mi atención a lo que sucedía en la sala. ¿A quién le aplauden? ¡No mamen que a ese culero de Matus!

- Yo creo que con esta propuesta nos quedamos. Es la más creativa y la que contempla el menor presupuesto- sentenciaba mi ridículo jefe.

Era evidente que la decisión se había tomado, no había marcha atrás. Nadie iba a creer que lo que acababan de aprobar era en realidad creación mía. Tampoco confiarían en mi teoría casi real de que Matus se ayudó del culero de informática para robarse mi proyecto, y esta cruda no me ayudaba a mantener la compostura.

Ahora no era enojo, era una maldita furia la que recorrió desde la planta de los pies hasta la punta de mi cabello más parado. No podía tolerar semejante mamada, no así frente a todos y con tal impunidad.

Abrí mi portafolio, tomé la Colt Python 357 que siempre cargo ahí dentro, la que compré con la idea absurda de defenderme a balazos en esta ciudad llena de lacras. Verifiqué que tuviera las municiones dentro. Nunca antes practiqué mis tiros. Matus y Kuri estaban ahí parados frente a todos, sonriendo y abrazándose. Si mi puntería era mala no importaba, los dos merecían morir de un balazo o más. Apunté a Óscar, mi dedo índice nunca había estado tan determinado en hacer un movimiento. Sentí con placer cómo el gatillo fue apretado. Un trueno retumbó en los oídos de todos los presentes como la alarma en los míos unas horas atrás. Vi cómo la bala perforaba la espalda de Matus. Observé también la manera en que su camisa azul se iba pintando poco a poco del rojo de su asquerosa sangre.

Los demás me veían con horror, en especial el otro ser asqueroso, Sergio Kuri tenía terror ante la escena, su rostro estaba pálido. Descubrí en mis labios una discreta sonrisa y en mi interior una creciente satisfacción. Estoy seguro que en ese instante no había ser humano más feliz sobre la tierra. La gloria era mía. Nadie iba a materializar la idea laboral que habían escupido mis neuronas. El ladrón pagaba su falta con su miserable vida.

Algo taladraba mis oídos nuevamente, mi cabeza volvía a sufrir. Los números rojos una vez más observándome al abrir los párpados. Tomé mi reloj de pulso que reposaba en el pequeño buró. 1-ENE decía y junto tres letras: DOM.


Todo había sido producto del sueño. Yo no trabajo los domingos. Ver El Padrino cuando estás medio pedo y casi dormido puede causarte fantasías oníricas crueles, pero también muy satisfactorias. La vida de Matus y Kuri dependerán de que mi computadora esté en su lugar mañana temprano, por desgracia lo único real por el momento es mi espantosa cruda.



(Imagen tomada del sitio http://revistadeletras.net/mi-maquina-y-yo/)

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