Todo estaba cerrado: la tortillería, la panadería,
la miscelánea de Don Alfredo, incluso la maldita farmacia que no sirve ni para
proveerme de una caja de ampicilina cuando es necesario.
Mi cabeza retumbaba de dolor; mis ojos gritaron al
salir de casa exigiendo ser cubiertos por lentes para el sol; la maldita sed me
mataba desde el despertar. Seis treinta de la mañana los números rojos de mi
despertador me acechaban atentos, el sonido repetitivo de la alarma comenzó a
taladrar mis oídos. Ni la ducha pudo aplacar las sensaciones. Gran forma de
iniciar el año. Madrugando, crudo y con la obligación de ir al puto trabajo ¡Qué
necesidad de ir a la oficina el primer día del 2015! Supongo que es el costo de crecer.
Costo. Como si estuviera pagando por algo que
disfruto. Desde que tengo dieciséis mi rutina comenzó a apestar y no mejora
conforme pasan los años, al contrario.
Pero ¿qué fue lo que me provocó tan brutal resaca?
Los cuatro meses alejado del mezcal que anoche me sedujo, seguramente fue eso:
la falta de práctica y los dos litros completos entre mi cuñado y yo ¿O fue el
vino francés que compró el presumido y derrochador tío Daniel? ¿El vodka que
trajo mi sobrino? Y oso negro, para acabarla; si no tenía dinero mejor no
hubiera traído nada. Lo malo es que ya estando pedo cualquier cosa pasa por la
garganta con tal de apendejar el cerebro. Debió ser eso, la mezcla
indiscriminada. Somos unos cuches.
Todo mundo debe estar o pedo o crudo a estas horas.
Ni un taxi en la calle, no llegaría a tiempo al trabajo. Entre todo esto, un
chispazo de suerte: mi aburrido vecino que es Testigo de Jehová iba a uno de
sus ritos (o no sé a qué madre) a su templo (o lo que sea) que queda cerca de
la oficina. Si tuviera esta suerte diario seguramente también iría de puerta en
puerta predicando “su palabra”, quizá mi portafolio ayudaría a tener más porte
de charlatán.
No entiendo la maldita necesidad de mi jefe por
tenernos aquí frente a la computadora como estúpidos. Bueno, en mi caso, por si
fuera poco, hoy tengo que lidiar no con la computadora, sino con una pinche
máquina de escribir mecánica del año del caldo.
Mi sorpresa fue tal que cuando llegué y vi que mi
equipo de cómputo no estaba corrí con el tipo encargado de inventario, quien me
mandó con el de informática. Éste me explicó que mi equipo había sido reportado
como la probable fuente de un virus que estaba atrofiando el comportamiento de
la red interna de esta mugrosa empresa de publicidad, que sin preguntarme
absolutamente nada habían decidido examinarla. Me sentí aliviado de haber
impreso dos días antes el proyecto creativo de campaña publicitaria que
discutiríamos hoy, junto con algunas otras propuestas de más compañeros. Ahí
estaba, íntegro en una carpeta color verde en el cajón de mi pequeño escritorio.
- ¿Qué hace usted aquí?- la empleada de limpieza,
Sara, me sorprendió con su pregunta. No había advertido su presencia en la
oficina- ¿No debería estar con los demás en la sala de juntas?
- Sí, pero…¿cómo dice? ¿Ya están en reunión?- mi
desconcierto y mi cruda eran notables.
- Ya, desde hace un buen rato. Va para una hora que
están ahí reunidos.
- ¡Puta! Si la cita era a las siete, no a las ocho.
Me lleva la chingada- pensé, agradeciendo de inmediato a Sara por la valiosa
información proporcionada.
Tomé mi portafolio y me metí como demonio a la dichosa
sala de juntas. No me importó la probabilidad de impregnar un olor etílico a mi
paso, ni mis lentes oscuros, el retraso o mi cruda. Lo que sí me hizo sentir
miserable fueron las miradas de todos los hipócritas colegas de siempre, si hay
algo que suele preocuparme es lo que otros puedan comentar de mí. Y el jefe,
ese canalla se me quedaba viendo como si ante sus ojos me hubiera revolcado con
su mujer en su propia cama.
- Galindo, llega usted exactamente a tiempo para
analizar la penúltima propuesta. La última es la de usted- sentenció Sergio
Kuri, el jefe más odioso que hasta ahora había tenido.
Sin más remedio me senté en el único lugar
disponible en esa gran tabla rectangular que se empeñan en llamar mesa de
reuniones. Analicé los rostros rápidamente, sólo Matus me observaba con una
sonrisa burlona, como si le diera gusto mi desgracia matutina. Ese perro
siempre había querido joderme en todo; juzgaba mi ropa que no es de marca como
la de él, en el baño era capaz de terminarse el papel sin ningún fin más que el
de dejarme sin material para limpiarme el ano. Yo estaba seguro que su actitud
se debía a mi buena relación con la jefa anterior y el éxito que obtenían mis
propuestas. Ahora que ella había sido promovida a la oficina de Guadalajara,
Matus estaba decidido a ponerme el pie en el cuello. Pendejo.
¡Mi memoria! ¿Sí la traje? En ella tengo las
diapositivas. Toqué rápidamente la bolsa de mi camisa a la altura del pecho.
Sí, ahí estaba. Menos mal, mi alma regresó a mí después de ese ligero susto.
- Matus, lo escuchamos- Kuri ordenaba al fulano ese
que se pusiera de pie y presentara su propuesta publicitaria, la única que
escucharé antes de la mía, para colmo.
Mi odioso compañero comenzó con su presentación
digital. En las imágenes que mostraba el proyector pude leer el título idéntico
a mi propuesta, pero con su estúpido nombre como autor. ÓSCAR MATUS. Conforme
avanzaba la junta me di cuenta de un hecho totalmente irritante: este hijo de
puta se robó mi proyecto. Mi enojo se fue apoderando de mí hasta controlar
completamente mis pensamientos, pero por llegar tarde lo más seguro era que
cualquier intento de reclamo en plena reunión sería censurado con inmediatez,
incluso cuando tratara de mostrar las hojas impresas de la carpeta verde. Quizá
nadie pondría atención a mi presentación, quizá nadie quería escucharla. Pero
lo que estaba frente a todos había sido concebido por mi mente, no por la de
Matus. Ahora sí le parto su madre.
Los aplausos hicieron que regresara mi atención a
lo que sucedía en la sala. ¿A quién le aplauden? ¡No mamen que a ese culero de
Matus!
- Yo creo que con esta propuesta nos quedamos. Es
la más creativa y la que contempla el menor presupuesto- sentenciaba mi
ridículo jefe.
Era evidente que la decisión se había tomado, no
había marcha atrás. Nadie iba a creer que lo que acababan de aprobar era en
realidad creación mía. Tampoco confiarían en mi teoría casi real de que Matus
se ayudó del culero de informática para robarse mi proyecto, y esta cruda no me
ayudaba a mantener la compostura.
Ahora no era enojo, era una maldita furia la que
recorrió desde la planta de los pies hasta la punta de mi cabello más parado.
No podía tolerar semejante mamada, no así frente a todos y con tal impunidad.
Abrí mi portafolio, tomé la Colt Python 357 que siempre cargo ahí dentro, la que compré con la
idea absurda de defenderme a balazos en esta ciudad llena de lacras. Verifiqué
que tuviera las municiones dentro. Nunca antes practiqué mis tiros. Matus y
Kuri estaban ahí parados frente a todos, sonriendo y abrazándose. Si mi
puntería era mala no importaba, los dos merecían morir de un balazo o más.
Apunté a Óscar, mi dedo índice nunca había estado tan determinado en hacer un
movimiento. Sentí con placer cómo el gatillo fue apretado. Un trueno retumbó en
los oídos de todos los presentes como la alarma en los míos unas horas atrás.
Vi cómo la bala perforaba la espalda de Matus. Observé también la manera en que
su camisa azul se iba pintando poco a poco del rojo de su asquerosa sangre.
Los demás me veían con horror, en especial el otro
ser asqueroso, Sergio Kuri tenía terror ante la escena, su rostro estaba
pálido. Descubrí en mis labios una discreta sonrisa y en mi interior una
creciente satisfacción. Estoy seguro que en ese instante no había ser humano
más feliz sobre la tierra. La gloria era mía. Nadie iba a materializar la idea
laboral que habían escupido mis neuronas. El ladrón pagaba su falta con su
miserable vida.
Algo taladraba mis oídos nuevamente, mi cabeza
volvía a sufrir. Los números rojos una vez más observándome al abrir los
párpados. Tomé mi reloj de pulso que reposaba en el pequeño buró. 1-ENE decía y
junto tres letras: DOM.
Todo había sido producto del sueño. Yo no trabajo
los domingos. Ver El Padrino cuando
estás medio pedo y casi dormido puede causarte fantasías oníricas crueles, pero
también muy satisfactorias. La vida de Matus y Kuri dependerán de que mi
computadora esté en su lugar mañana temprano, por desgracia lo único real por
el momento es mi espantosa cruda.
(Imagen tomada del sitio http://revistadeletras.net/mi-maquina-y-yo/)
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