(Texto traducido de forma
ficticia)
La llamamos así porque eso parece, no porque seamos
testigos oculares que ese material sale de sus anos. Todos los días podíamos ir
a la cueva por un poco, botarla a la cara de quien estuviera jugando con
nosotros. Es más insultante arrojarte en el rostro un poco de esta caca que una
piedra que saque sangre en la cabeza. En cierta forma lo hacemos como una
medida de juego pesado, generalmente entre los jóvenes.
Una vez me preguntaron, no recuerdo quién, que yo
qué pensaba, cuál de todos los dioses cagaba más. Yo estaba seguro de que ése
debía ser Quetzalcóatl. Quien ha ido al campo y ha visto de cerca a las
serpientes sabe que sus heces son abundantes, aunque difíciles de encontrar,
muy similar a esto que nos aventamos entre nosotros.
Los que habitamos aquí sabemos dónde encontrarla,
si alguien viniera de otra ciudad le resultaría difícil conseguirla. La verdad
es que ni siquiera haría el intento porque sabemos que no sirve para nada, su
valor no representa algo que queramos conservar.
Todos los de acá teníamos esa idea. Pero resultó
que llegaron hombres con pieles blancas como rocas calizas, con atuendos
gloriosos y únicos. Hombres de rostro divino que miraban mal nuestra ropa,
nuestra comida, nuestro modo de vida. Ni qué decir de los sacrificios, apenas
vieron el primero sus ojos se llenaron de temor. Vimos la forma en la que
miraban el cacao, nuestra moneda; despreciaban casi cualquier cosa que viniera
de nosotros, pero en cuanto encontraron las primeras mierdas divinas sus ojos
brillaron de encanto.
Ellos eran amables al principio, después las cosas
cambiaron, poco a poco fueron sometiéndonos. Golpeaban a los niños, metían sus
penes en nuestras mujeres, las preñaban sin importarles en lo más mínimo.
Despertaron nuestra rabia pero nunca podríamos ganarles con esas máquinas de
fuego que cargaban entre las manos. Ellos nos obligaban a decirles dónde había
más caca de dioses.
Si me preguntan ahora, diría que la causa que hizo
que nos sometieran, que nos asesinaran y nos saquearan no fue otra que eso que
solíamos lanzarnos a la cara. Creo que el dios que más caga es Mictlantecuhtli
y, en su afán por no quedarse con las vísceras vacías, demanda la muerte de
este pueblo para tener algo con qu é alimentarse en el inframundo. Comer y cagar, cagar lo que los
blancos han llamado Oro.
(Imagen tomada del sitio http://www.eluniversal.com.mx/cultura/2014/aztecas-nueva-zelanda-978167.html)
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