jueves, 9 de octubre de 2014

EL VERDADERO NUNCA JAMÁS

Un país tan contradictorio y caótico que nadie en ese mundo podía creerlo. Los relatos de Sir James Matthew Barrie eran demasiado dulces y benevolentes para la realidad que se observaba a cada momento en este territorio; tanto así que parecían una antítesis del mismo.

Se trataba de un reino de la anarquía, en un sentido casi puro. Los niños sí crecían, y conforme esto iba sucediendo, sus vidas se tornaban más tristes y su imaginación se pudría casi cada día. En algunos casos se convertía en un ciclo de lo más infeliz.

Garfio no era más que un diputado al que nadie tomaba en cuenta. Sus compañeros se la pasaban durmiendo en el trabajo. Se sentía decepcionado de su labor inútil para los demás, pero siempre que veía el oro que le era otorgado como pago por su trabajo sonreía y continuaba de perezoso en su curul sin titubeos. Los demás piratas que lo acompañaban en esa Cámara se habían acostumbrado tanto a repartirse sus puestos y a heredarlos que no sentían el menor remordimiento.

Campanita era una mujer alta y obesa. Tenía a cincuenta y tres sirenas menores de diecisiete años que prostituía. No le importaba en lo más mínimo el bienestar de las jovencitas, ella sólo le pedía quinientos pesos a cada una a las ocho de la mañana. Con el dinero que recolectaba desde hacía ya treinta años, se abrió paso entre un sindicato hasta lograr la dirigencia del mismo. Era la organización laboral más grande de su planeta, parecía no querer soltar nunca esa posición hegemónica.

El personaje del que más se hablaba en Nunca Jamás era más bien un antihéroe. Peter Pan, el narcotraficante más buscado del continente, era considerado un filántropo por la tribu en la que había nacido. Decían que él les ayudaba más que las decenas de piratas que se sentaban en grandes palacios a hacer nada.

Peter solía ser el magnate en la venta de la hierba y polvo de hadas, sustancias difícil de encontrar que producían efectos alucinógenos en el consumidor, a muchos los hacía sentir que volaban. Pero una industria tan redituable presentaría una competencia dura tarde o temprano, y así ocurrió.

En múltiples ocasiones Pan sufrió atentados, varias veces recibió impactos de flechas en la espalda y pecho. Cicatrices en su rostro le recordaban las batallas que libraba y también la suerte que poseía al seguir vivo.

Cuando sintió que una amenaza era tan seria que creyóse acabado, no le quedó otra alternativa sino la de negociar su seguridad con los piratas y con el presidente Cocodrilo. La vía para lograrlo sería el interior de una prisión de alta seguridad en la que todos los encarcelados eran prácticamente su familia. A cambio tendría que repartir plazas de su mercado a estos gobernantes.

La primer ministro del país vecino, Wendy, demandaba su extradición por el delito de corrupción de menores, pero Nunca Jamás debía su nombre al hecho de que al interior de esa nación todos los gobernantes se hacían de la vista gorda, para ellos parecía haber una realidad estática, nunca cambiante en lo más mínimo. Wendy fue considerada una paranoica, ignorada por decreto del Cocodrilo.

Lo que más llamaba la atención en esta patria sombría era la pasividad de la gente, de sus habitantes. Parecían conformarse con sus chozas de cartón, muchos justificaban su condición con un “Así nos tocó vivir, ni modo”. Los piratas habían acordado repartir a cada familia dispositivos electrónicos comprados en el extranjero, que servían básicamente para el entretenimiento.

Algunos que no reunieron los requisitos para hacerse de esos aparatos se indignaban al observar las condiciones de su ambiente. En todas partes había depósitos de agua color negro o gris oscuro, salvo la laguna en la que vivía el Cocodrilo presidente que, según se supo por una fotografía, era la única en Nunca Jamás que conservaba un azul cristalino.

La atmósfera amarillenta causada en gran medida por el motor de los barcos pirata era motivo de actos ambientalistas que terminaban ahogándose como lirios en el petróleo derramado en los ríos.

Algunos jóvenes se comunicaban por textos escritos con las uñas en hojas de diferentes árboles, a modo de panfletos prohibidos por el oficialismo. Muchos salían a la calle a marchar sin más cubierta o defensa que sus taparrabos y su voluntad de cambio. La mayoría de las veces las movilizaciones terminaban en un ambiente de olor a sangre en el aire, flechas y espadas en manos de salvajes sirenas y bárbaros pagados por los piratas se encargaban de teñir de color rojo el suelo.

Progresivamente los actos incrementaban el sadismo, aparecía gente mutilada, otros con cuatrocientas flechas en el cuerpo, hubo incluso casos en los que sus rostros y genitales les eran arrancados arbitrariamente. Todo el país estaba plagado de cruces de madera, no había día en el que no apareciera una nueva. Era una forma de representación minimalista de un hombre caído, tachado.

Pronto la población que solía levantarse o alzar la voz ante los abusos de autoridad pirata, notaba que sus gritos nunca encontraban eco en la gran mayoría de compatriotas. Se trataba indudablemente de una maldición, creían; parecía ser que el nombre de Nunca Jamás fue cuidadosamente planeado para perpetuar a un país por siempre en las misma condiciones, pues nunca había esperanza de un cambio positivo, era mejor resignarse mientras Peter, Garfio y Campanita se reunían a escondidas en un palacio a ver las noticias al mismo tiempo que inhalaban polvo de hada.



(Imagen tomada del sitio http://www.animalpolitico.com/2012/01/el-crimen-organizado-mato-a-132-mujeres-en-juarez-en-2011/)

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