jueves, 3 de julio de 2014

CHELA



Era la cerveza más buena que había tomado en su vida. El sabor era especial: una combinación entre esa amargura que a ella tanto le gustaba con un toque de dulzura atribuida a la miel que la publicidad preventiva de radio describía como su “toque nativo”. La lengua podía sentir un hormigueo como si estuviera a punto de dormirse, pero al contrario de lo que pudiera pensarse, era una sensación bastante agradable.

Lo más extraño es que el nombre de la marca era impronunciable para el español mexicano.

- ¿Podrán pronunciarlo los españoles? Es más: ¿Habrá en otros países?- Se preguntaban los consumidores de esta cerveza en México, que todavía eran muy pocos- Ellos están cerca de Alemania, Francia y Portugal, algo deben saber de esta cerveza.

Nadie sabía de dónde provenía la marca. No tenían ni página web, ni cuenta en feis o tuiter. Parecía que los fabricantes querían ser intencionalmente anónimos. Su publicidad se limitaba sólo a la radio, sólo en estaciones pequeñas en el DF y en provincia. Los gerentes de estos medios siempre recibían el pago por depósito bancario así que nadie conocía al personal de la marca.

Todo el que probaba el líquido quedaba encantado. Jóvenes ecologistas la elogiaban por su papel de estraza que la rodeaba, “Efímera como su etiqueta” decía la leyenda debajo del nombre. Y sí, las gotas de agua que resbalaban sobre la superficie cristalina color café de la botella y que indicaban lo frío del líquido salido de cualquier refrigerador, mataban aquél trozo de papel a los pocos minutos de haberlo mojado.

A Andrea le encantó desde que la vio, y cuando la probó quedó aún más enganchada. Estaba sentada en una mesa con 3 de sus amigas viendo tocar a una banda cuyos integrantes parecían ser unos completos nerds-niños bien que no tenía atractivo para ninguna de ellas.

- ¿Apoco sí está muy buena?- preguntó una de sus compañeras.

Ella asintió y seguía tomando como si no existiera el mañana, no de a full pero sí con notable encanto. Esto hizo que las demás pidieran un ‘cubetazo’ de la misma chela. A todas las enamoró con el sabor. Hasta la chava que no tomaba y que salió con las demás sólo para no quedarse sola en el departamento la probó resultándole una extraordinaria experiencia.

Andrea notó algo extraño aquella noche. No sentía cansancio aunque fueran las 2 am, hora en la que en cualquier otra ocasión habría comenzado a sentirse mareada o con cansancio en los pies.

Una de sus amigas, que se las daba de muy tímida, comenzó a flirtear intensamente con un integrante de la banda cuando ésta acabó de tocar.

Al día siguiente, otra mujer de este grupo de amigas compró 2 botellas de esa cerveza en una pequeña tienda ubicada cerca de su casa. Se puso a tomar sola en el pequeño cuarto que rentaba. Mientras más líquido entraba en su cuerpo, más ganas tenía de ver cine gore; se conectó a internet para ver algunos filmes de este tipo, cosa que nunca antes había hecho. Sólo conocía de la existencia de esas imágenes porque en algún lugar había oído de ello.

La última de ellas se puso incontrolablemente candente tres noches después, la lujuria tomó por sorpresa sus entrañas. La hizo hablarle por vez primera a aquel chico que le llamaba la atención desde hacía tiempo para tener intimidad de forma desinhibida. La situación resultó mejor de lo que ella esperaba.

La marca se hizo popular rápidamente. Entonces toda publicidad fue retirada de los medios, ahora se le hacía promoción con el famoso ‘boca en boca’. No necesitaba spots de TV que apoyaran a la selección de fútbol, ni hacer promociones o rifas, se había llevado casi el mercado entero. Las personas la llamaban simplemente “Morena”

Nadie hablaba públicamente de esas sensaciones, deseos y acontecimientos. Sin embargo, cada uno de los consumidores podía notar que era efecto de aquella seductora cerveza. Ese líquido tan apetecible había tomado su lado más escondido para traerlo a flor de piel, para presentárselo a la misma persona que lo poseía.

Cada uno de los consumidores se sentía de maravilla cada vez que el efecto se hacía presente. La gente se volvía adicta a este producto pero no por la sustancia en sí, sino más bien era una adicción al efecto singular que provocaba en cada quien.

Un hombre, trabajador del sector salud y uno de los encargados de supervisar los productos de alimentos y bebidas que circulaban en el país, había decidido inspeccionar esta nueva cerveza. La curiosidad hizo que antes pidiera una botella. Eso bastó para que se sus intenciones pasaran a segundo plano. Vio la etiqueta mientras tomaba su quinta botella.

- ¡Uta, ya se mojó! ¡Bah! Después de todo ¿Quién se fija en el número de permiso o en los ingredientes de una cerveza?- dijo en voz baja mientras observaba el papel mojado con las letras distorsionadas entre la tinta que se había corrido.

Nadie se preguntaba dónde estaba la envasadora, no era necesario preguntarse cosa alguna de esta chela, no había necesidad, al paladar le caía bien, ni qué decir al resto del cuerpo.

Un día se anunció en los medios la captura del criminal más buscado en el país. Coincidentemente la cerveza comenzó a desaparecer poco a poco de todos los lugares.

El público comenzó a habituarse a la ausencia de su bebida favorita, regresaba al consumo de las marcas de antes. Las nuevas generaciones no conocían la existencia de antaño de esa chela, no sabían de lo que se perdían. Todo apuntaba a que adultos y jóvenes tenían que resignarse a esa ausencia

5 años después, con el cambio de poder a nivel federal, se supo que aquel capo había escapado de prisión, ningún organismo policial podía encontrarlo. La opinión pública pensaba que existía un pacto entre mafia y gobierno que ayudaron a la fuga. El líquido reaparecía de nueva cuenta en el mercado con el mismo anonimato y la misma anarquía salubre de antes, sólo que su éxito ahora era mayor.

Ahora México tenía dos cosas perfectas de regreso: una droga y su dictadura.

(Imagen tomada de http://www.fondosni.com/wallpapers-gratis/Cerveza-en-hielo)

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