Tengo tantos amigos que parece que no tengo ninguno. Aquí
donde vivo hace mucho calor, mi ropa se moja todo el tiempo de sudor aunque sea
diciembre.
Hace unos meses diría que ya estoy harto, pero ahorita ya
hasta me acostumbré. Eso de vivir en varios lugares diferentes pasó de no
gustarme a aburrirme. Ya sé que para el año que viene (o antes) seguro ya no
estaré aquí.
En la escuela donde estudiaba antes, la maestra dijo que el
hombre se volvió sedentario cuando descubrió la agricultura, que en eso tuvo
que ver mucho la mujer. Entonces digo yo ¿cuándo será que mi mamá descubra la
agricultura? Me lo pregunto porque ya no me gusta que a cada rato vayamos al macdonalds, pitzajot o cualquiera de esas cosas que ya me saben a plástico.
He decidido que mejor ya no tendré amigos, luego pasa que
sólo me encariño con la gente para no volver a verlos. Así pasó con Juan
Francisco, Rodolfo, Agustín y Leopoldo. Ahora que voy en cuarto grado, en esta
escuela rara conocí a Juan Carlos que me cae bien, me ha invitado a su casa
pero no he ido.
Digo que mi escuela es rara porque no puedo pronunciar el
nombre: Jean-Jacques Rosseau ¿Así se dirá? ¿Yeanyaques
Rouseau? ¿Será de la Independencia o de cuándo? Tan bien que estaba en la
Vicente Guerrero, pero mi papá y su trabajo exigen que nos cambiemos de casa a
cada rato: trabaja para una constructora de carreteras. Está convencido que
entre Calderón y el menso de ahora habrá menos pobres. Yo veo las noticias y
nunca dejan de salir, pero bueno.
Ya he vivido en Tapachula, Puebla, Querétaro y
Villahermosa, en ese orden. Tapachula y Puebla me traen buenos recuerdos. En
Tapachula conocí a Cinthia, me gustaba mucho, aunque luego era muy llorona;
chillaba nada más porque sacaba 9, decía que su mamá le pegaba cuando no tenía
10, por eso cuando había reunión de papás y veía a esa señora sentía ganas de
gritarle sus cosas.
En Puebla conocí a Ruth, esa morenita de sonrisa dulce que
hablaba como costeña, me regaló un carrito de madera en mi cumpleaños. Comíamos
nuestras tortas en el recreo, todo iba bien hasta que se tuvo que ir; algunos
dijeron que su mamá se separó de su papá, ella nunca me contó nada y ni nos
pudimos decir adiós.
Por eso la semana pasada que vi a
mi vecina Ivonne jugando quiquinbol
en la calle me decidí a hablarle
-Pateas como mula- le dije.
Rápido volteó, me vio y sonrió.
Ya que había abierto la boca, me arrepentí, qu é
tal que se enojaba. Pero no.
-¿Quieres jugar?- me invitó.
Y como no soy menso pues ahí voy.
Al final su equipo le ganó al mío pero ella y yo nos reímos mucho.
Al otro día le arrebaté un beso
en el cachete.
-Te vi cuando llegaste a vivir aquí- confesó- Me gustas.
Y yo todo colorado, pero como no soy tonto pues que le doy
un besote. En eso salió su hermano, un gordito todo enojado, nos vio y que me
pone una corretiza por toda la calle. No aguantó, paró de correr y se puso a
toser de lo cansado que estaba.
Aunque se enoje su hermano, no me importa. Total, ya dije:
¡ni modo que no tenga novia hasta que entre a la universidad! Porque yo sí
quiero ir a la universidad, voy a ser el mejor presidente que haya tenido
México, mejor que Juárez.
El lunes que vi a Ivonne a la salida de la escuela me metió
a su salón y con un marcador rayamos una silla: “Ivonne y José” decía el
letrero. Yo tenía miedo que nos cachara algún maestro, pero ella (que ya va en quinto)
me dijo que no me preocupara, que luego ni el intendente se da cuenta.
-Vas
a ver, maricón fuerano. Le voy a decir a mi papá- me dijo su hermano cuando
íbamos por la calle, llegando a su casa.
Le hubiera contestado pero iba pasando gente en la calle. Mi
silencio hizo que él solito se viera como el celoso tonto.
Ivonne me hace feliz entre tanto calor y gente desconocida.
Si me voy a andar cambiando de casa no me importa, le voy a pedir su correo, yo
no tengo pero voy a abrir uno para comunicarme con ella. No le hace que yo esté
en Chihuahua y ella en Yucatán, no pienso dejar así nada más a quien me gusta
por culpa de mis papás que ni me preguntan cómo me fue en el día.
Ahora que lo pienso, mejor sí voy
a casa de Juan Carlos, a lo mejor su mamá sí cocina rico. No quiero ser nómada
por siempre, mejor es que vaya aprendiendo cómo sabe una comida de sedentario.
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