jueves, 27 de febrero de 2014

OJOS FIJOS

Frida tenía como pasatiempo favorito hacer ejercicio en un club de zumba.

-Es que estoy bien gorda- le decía a sus amigas y compañeras de trabajo en la zapatería, quienes a espaldas hablaban de sus ligeras “llantitas” que se acentuaban con la blusa roja de su uniforme.

Llevaba dos meses en el club, su canción favorita (que no ponían muy seguido en la grabadora con reproductor de mp3) para bailar en el salón de la esquina de su calle se grababa en su memoria por días:

Ella se ve como nadie,
dondequiera sobresale.
Si la vida ya no hay otra,
tiene algo que provoca
y se le ve.

Me trae de cabeza
¡Mírala!
Qué cuerpo, qué piernas.
Cuánto diera por tenerla,
A ella le sobra candela
y se le ve.


Un jueves, a media sesión, como a eso de las 8:33 pm, mientras movía su cintura sin pensar nada más, sintió una mirada. Volteó hacia la calle, miró a través del pequeño espacio transparente que quedaba sin tapar la vitrina que tenía un gran poster de dos mujeres y un hombre en el centro bailando. No vio a nadie, pero perdió el paso.

-Ora sí te distrajiste, Frida, eh- le dijo la instructora un tanto sorprendida al finalizar la sesión -Échale ganas, no quiero que mi alumna favorita me falle. Menos ahora que ya bajaste, porque ya notaste que casi no hay llantita ¿verdad?

-Usted exagera, yo me veo igual- dijo Frida con resignación. Tomó agua de su bote azul Tupperware, después de un trago, siguió hablando -Me distraje, sentí que alguien me veía desde la calle.

-Estás loca, si de afuera no se puede ver nada para dentro ¿no ves cuántos pósters hay pegados?

-¿Ni por esos huecos se ve?- señaló las zonas que no se alcanzaban a cubrir.

-¡Ah, bueno!...Pues…No creo.

Frida no prestó mayor atención, se despidió de las demás y salió. Fue a su casa.

Llegó la noche de viernes, estaba bailando en el mismo lugar, era la última sesión de esa semana. Volvió a sentir la mirada. Volteó hacia la calle. Esta vez sí vio a alguien: un hombre a través del cristal la miraba fijamente con cierto morbo. Frida llevaba un mallón morado que marcaba sus glúteos de forma prominente. Dejó de bailar muy apenada y sin decir una sola palabra a las demás, salió del local.

El tipo la interceptó sobre la banqueta. Vestía una camisa de manga larga blanca, percudida, con líneas verticales color café, fajada dentro de su pantalón de vestir del mismo color de las líneas de su camisa. Su cinturón negro de piel estaba a una altura arriba del ombligo. Llevaba zapatos negros de agujetas cruzadas. Su ropa recordaba un poco a Justo, el dueño de “Coraje, el perro cobarde”. Era delgado, de piel clara pero no pálida, tenía un bigote discreto y su cabello bien peinado. Con su mano izquierda desplazaba su bicicleta de carreras de color verde, algo oxidada y con llantas güeras.

-Discúlpame, has de pensar que soy un pervertido, pero me gusta como bailas. Ya ni Shakira- dijo muy tranquilo, sin afán de impresionar, más bien como disculpándose.

Frida lo miró por un segundo y rió. Su risa era naturalmente coqueta. Él no pudo evitar sonreír al ver su blanca dentadura.

-Me llamo Salomón, mucho gusto- le tendió la mano.

-Yo soy Frida, un gusto- lo correspondió.

-Te invito un elote.

-Gracias, pero acabo de hacer ejercicio, sería ridículo de mi parte.

-Ándale, nada más es uno. Además, a ti ni falta te hace el ejercicio, te ves…saludable.

-Mmmm, bueno. Pero sólo uno.

Salomón compró un elote para cada quien con la señora del triciclo azul que diario se ponía a vender a unos treinta metros del salón de zumba. Frida nunca había puesto atención pero esa noche descubrió que muchas de sus compañeras de ejercicio iban a comer esquites tan pronto acababan de bailar.

-Pffft ¡Y luego dicen que por qué no bajan!- pensó.

Mientras comían, hablaban de la música que ponían para hacer zumba.

-Hay una que ponen bien seguido y no le entiendo. Dice algo como “Resiste. Víctor Jara. No calla”, de que matan a alguien y no sé qué otras cosas.

-Nunca la he escuchado. A mí me gustan más las de banda. Ésa de “Me dicen el 24…”- dijo Salomón cantando mientras se agarraba la hebilla del cinturón con la mano izquierda.

Frida soltó una ruidosa carcajeada, mientras Salomón, con sus ojos fijos, se encantaba viendo el rostro de aquella simpática mujer. Su risa le parecía encantadora. Si tenía suerte y la seguía frecuentando, se le declararía tan pronto como se presentara la oportunidad. Sólo quería conocerla un poquito más, pero lo cierto es que ya estaba clavado con ella.

-Qué chistoso eres- dijo Frida. Luego miró a la gente que transitaba hacia ellos por la calle.

Salomón, que estaba de espaldas al lugar donde ella miraba, lo notó y giró el cuello. Sólo vio que un grupo de mujeres se acercaba.

-¿Buscas a alguien?

-Sí, ya vienen por mi.

-¿Cómo? ¿Tienes novio?- el semblante de Salomón cambió completamente, palideció esperando una respuesta negativa.

-No- Frida rió- Nada de eso.

Salomón sintió un alivio enorme.

Una mujer que parecía diez años mayor que Frida, con blusa naranja y un letrero bordado a la altura del pecho, de lado izquierdo, que decía “Restaurante El Rincón de la Abuela”, se acercó directamente hacia donde estaban ellos.

Salomón observaba con toda tranquilidad, misma que desapareció súbitamente al ver que esa mujer que llegaba besó a Frida en la boca.

-Te presento a Eloísa, mi novia.

-Salomón, mucho gusto- dijo él sin poder ocultar su sorpresa, mientras le daba la mano a Eloísa.

-Dice que me muevo mejor que Shakira- señaló Frida.

-¿Ves? Te dije que eres pro- contestó Eloísa.

- Vivimos juntas. Siempre nos vemos en la casa porque sale tarde de su trabajo, pero como hoy es viernes y termina luego, decidí esperarla mientras comíamos nuestros elotes- dijo Frida con toda confianza, sin notar el shock en el que Salomón se encontraba

- Bueno, vámonos- dijo Eloísa, que tampoco pudo notar algo, quizá por el cansancio, se le veía en los ojos- Nos vemos Salomón, te cuidas.

Algo que nadie sabía, es que del otro lado de la calle, los amigos del dueño de la bici oxidada observaron toda la escena. Primero no podían creer que Salomón le arrancara risas a esa mujer de la que tanto les había hablado. Sin embargo, cuando vieron en qué acabó todo, no paraban de reír.


Él volteó serio hacia donde estaban sus amigos y, a continuación, su rostro dibujó una sonrisa pícara con expresión de “Ni modo”. Se montó en su bici y se fue.

2 comentarios:

Deja tu comentario-crítica-sugerencia-castre-emiticón o lo que sea. Es bien recibido.