Nunca había escuchado de Eisí-di-sí. Ya sé que merezco un madrazo por eso. Pero la única
referencia que tenía de ellos era la camiseta de un cuate, una que parecía
llevar a clase todas las semanas debajo de la del uniforme, como si fuera sólo
una de las cinco que tenía en todo su guardarropa. Seguro olía a madres. El
chiste es que supe de esta banda hasta que vi Aironman, me encantó el pinche sountrac.
No, no me encantó, me mamó. Desde entonces no dejo
de escuchar esa tonadita de Baquinblac
en mi cabeza, tampoco la de Shututril.
Son dos rolas magníficas que mis oídos agradecen conocer ahora.
Bueno, pero lo que más me tiene con las notas de la
guitarra en la mente no es la impresión que me causó la música mientras veía la
película, con Tony Estark volando y disparando madre y media con su armadura…o
bueno, sí pero no.
Lo que pasó es que cuando acabó la película en el
cine salí como todo chamaco debe de salir después de haber visto una peli que
le gusta: sintiéndose como el güey que protagoniza todo. Me sentía un
millonetas-genio-galán-que todo lo podía. Hubo un momento en el que me quedé
solo en el pasillo (¿O en el que me sentí solo? Da lo mismo) y me puse a
estirar mi mano con las palmas de frente a los muros, simulando mis rayos, mi
armadura dorada y roja. Podía sentir cómo de mi pecho salía el monorrayo azul
disparando contra el sonso malencarado que me pidió los lentes tresdé al salir
de la sala. “¡Culeros! ¿No los regalan? ¿Qué les cuesta? Los dueños del cine
deben tener de a madre dinero para comprar lentes de plástico todo el tiempo”.
Total que terminé dándoselos con enojo, furia que me provocaba el hecho de que
ellos se pusieran tan mamones por algo que seguro nadie les reconocería en su
pinche trabajo.
Ahí estaba yo, acabando con el traidor de Stein (el malo de le película pues), los
terroristas de Afganistán y el tipo de los lentes tresdé, cuando me cayó el
veinte de que a lo mejor estaba haciendo el oso en público. Volteé la mirada y
no vi a nadie, bueno, a casi nadie porque hasta el fondo del pasillo venía una
pareja. Supuse que se habían quedado hasta el último en la sala para darse unos
besotes. Luego me di cuenta de que supuse mal porque la parejita no venía
normal, o sea, no venía como lo hacen todos, abrazados y besándose o
jugueteando y agarrando nalga. No. Éstos venían empujándose a la brava. No es
que se empujaran igual, el tipo la botaba para delante con su brazo, ella
trataba de recomponerse y sonarle unos chingadazos de regreso pero él la paraba
en seco con su fuerza y la sangoloteaba tomándola de los hombros para después
volver a arrojarla más adelante. Ahí me di cuenta que no estaban jugando, que
su discusión era en serio y que ese culero se estaba pasando de mierda. Me
quedé viéndolos.
- ¿Tú qué, pinche chamaco cara de mi pito?- me dijo
el mierda ése retándome, con una cara tan fea como la de Esmigol.
Y ella tan bonita y tan güerita. Chapeadita de
tanta vergüenza y emputamiento al mismo tiempo, seguramente.
Mierda- pensé- tan culero que está el cabrón ése,
tan guapita ella y soportando sus chingaderas.
Parecía que los del cine sabían bien mi emoción
después de la película, mi adrenalina que se mezclaba con el coraje que sentí
al ver cómo maltrataban a esta versión terrenal de Peper Pots (la novia de Aironman pues). Digo que parecía que sabían
porque en ese momento pusieron en “la radio en el cine” las rolas de Eisí-di-sí, lo que hizo que me
prendiera. Me valió madre que el cabrón fuera de una edad mayor a mi, que
estuviera dos-tres mamado. Yo era Tony
Estark, yo era el más poderoso en el cine en ese momento.
No tenía armadura pero tenía los tenis que mi papá
me había comprado la semana anterior, unos tenis bien chingones, negros con
rayitas doradas, que me hacían sentir como si tuviera toda una armadura encima.
No tenía reactor arc pero tenía mi
enojo; a mí nadie me dice que tengo cara de pito, así que pude oír
So dont yu ful araund
Aim gona pul it, pul it, pul de trigue
Shututril, pley du kil
al tiempo que caminé directo al morro ése, así,
totalmente decidido mientras él se distraía nuevamente jaloneando a mi Peper. Mi rabia recorrió los huesos y
músculos de mi pierna derecha y sin más le soné una fuerte patada en sus
huevos, un patín con las que sentí que eran todas mis fuerzas.
El muy cabrón se cayó del dolor, ni porque se lo
hubiera pedido se habría colocado tan bonito para recibir el madrazo en sus
bolas. Juro que hasta pude sentir lo blandito de su escroto en mis agujetas.
-¡Chamaco nalgasmiadas, hijo-de-tu-puta-madre!- la
pinche güera me veía con odio- ¡Mira cómo lo dejaste! ¡Lo mataste! ¡Policía,
policía!- empezó a gritar toda histérica, lo bueno es que no había polis o
alguien de seguridad cerca, me dio miedo haber matado al mamón ése, así que
corrí con todo. Antes de salir del pasillo rumbo a la salida volteé y el tipo
ya estaba moviendo sus piernas.
Supe que yo no era un asesino, sino un héroe, supe
que la güera era un pendeja por defenderlo y estar soportando esas mamadas, y
que también era una pendeja porque se había perdido la oportunidad de agradecer
con un beso tronado a su Aironman que
no estaba en la pantalla, sino frente a ella, más chamaco pero de carne y
hueso. Quizá lo único que me faltó para ganármela fue ser un ingeniero del MIT…y
bueno, unos millones de dólares en mi auto de lujo.
(Imagen tomada del sitio http://hacknmod.com/hack/diy-movie-props-iron-man-arc-reactor/)
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